Llanto por Teodoro López-Cuesta
Es la segunda vez que utilizo este cauce de expresión que se brinda a los lectores y, curiosamente, en ambas ocasiones para lamentar el comportamiento que la Universidad ha tenido con quien fue su rector durante varios años y su profesor durante muchos más.
En la primera ocasión me sentí obligada a protestar por la insólita negativa de una mayoría de la Junta de Gobierno a nombrar profesor emérito tras su jubilación al doctor López-Cuesta, que había sido su rector hasta poco antes.
Ahora, tras su fallecimiento, quiero lamentar el olvido o el aparente desdén con el que su Universidad, a la que tanto amaba y a la que dedicó la mayor parte de su vida, lo ha despedido.
Ni una esquela para comunicar su muerte. Soy consciente de que la comunidad universitaria es muy amplia y va desapareciendo, y resultaría trabajoso y costoso dedicar una esquela a cada miembro fallecido, pero no todos los días se muere un exrector.
Ni una corona en nombre de dicha comunidad, cosa que, por cierto, sí ha hecho la Universidad de León, recordando los tiempos previos a su creación, cuando su Facultad de Veterinaria formaba parte del Claustro de la Universidad de Oviedo.
Soy también consciente de lo escaso del presupuesto universitario, por la indiferencia de los políticos hacia la ciencia y la cultura, pero no creo que la penuria llegue hasta ese extremo.
Conozco bien y aprecio al actual rector, con el que he trabajado varios años, y por eso me ha resultado más sorprendente esta situación.
Les agradezco de antemano que tengan a bien publicar estas líneas, que son un lamento, pero también un pequeño homenaje personal a quien ha sido un gran rector, un excelente gestor, un hombre bueno y generoso y un entrañable amigo.
María Aurora Aragón, profesora emérita y exvicerrectora de la Universidad, Oviedo
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