Una monarquía republicana
De nuevo un rey Felipe vuelve a ceñir la Corona de este carpetovetónico país, politizado, dividido y escoñado por una cabrona crisis. El otro Felipe, el que fuera hijo del emperador alemán Carlos V, el de la Armada Invencible, el de El Escorial y la gota –se ve que le dio bien al trinque metílico–, fue un gran rey en cuyos dominios nunca se ponía el sol. El de hoy, Felipe VI, no tiene dominios y sí un país dividido, enfrentado y completamente destrozado social y políticamente, y densas tinieblas lo cubren hoy todo, aquí y allá. Y allá, hoy, tiranía y opresión.
Pero este Rey, Felipe VI, ha tenido la suerte de conocer y casarse con una mujer cuya dinastía, nobleza y sangre –roja, naturalmente, y no esa otra tontorrona que dice ser azul, y de la que presumen nostálgicos de un pasado que nunca fue mejor– son las mejores porque proceden del pueblo, que es base de toda estructura social y política. Como consecuencia, la monarquía constitucional es ahora del pueblo y para el pueblo, representado en doña Letizia Ortiz Rocasolano, Reina de España, lo que cambia las cosas por completo, sobre todo, en el orden ideológico y político. Las distintas formaciones políticas tienen ahora una monarquía y unos reyes completamente diferentes, más cercanos, más del pueblo, con una vida más austera y sencilla, de acuerdo con los calamitosos tiempos que malvivimos. Y de ello se encargará nuestra Reina asturiana, que hará de la Zarzuela un lugar distinto y receptor de los problemas y las necesidades de su pueblo, que seguirá siendo verdaderamente suyo.
Como auguramos que esto va a ser así, la política ejercida hasta ahora por los partidos –sobre todo los extremistas– tiene que cambiar y ser respetuosa y solidaria con los nuevos Reyes, a los que hemos de darles un determinado margen de confianza. A un referéndum sobre monarquía o república, tenemos tiempo. Dejémoslo aparcado por ahora. Y Zarzuela y pueblo, unidos, a conseguir entre todos una España mejor, con recuperación de trabajos, ilusiones y esperanzas, de cuya pérdida todos somos responsables de alguna manera, sobre todo, nuestra cuestionada y desilusionante clase política.
Seamos optimistas, pensemos y elucubremos que todo va a cambiar, y para mejor. Y entre un rey Borbón y una reina del pueblo, éste puede llegar a tener mañana una monarquía republicana. Y Cayo Lara y Luis María Anson, felices y contentos, bailarán entonces a un mismo son. Dicho sea una vez más, aquí, y abajo el telón.
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