La Nueva España » Cartas de los lectores » Hospital de Jarrio, 25 años

Hospital de Jarrio, 25 años

26 de Junio del 2014 - Matilde Suarez Suarez (Ortiguera)

El Hospital de Jarrio ya tiene un cuarto de siglo. Veinticinco años que dan para mucho: nacimientos, muertes, traslados de personal y traslados de pacientes tanto por carretera como por aire. Después de años y años subiendo La Espina para parir o salir de una parada, al fin, en marzo de 1989, en el occidente asturiano veíamos cumplirse una parte de nuestros sueños: tener la sanidad cerca y, con ello, la posibilidad de seguir viviendo en muchos casos.

Yo, como trabajadora y usuaria, he sido de las privilegiadas por tenerlo tan cerca. El trabajo me ha resuelto la vida, no por mi enorme salario, sino porque me ha evitado tener que acceder a otra vivienda lejos, cosa que no me resultaría fácil. Pero sin lugar a dudas, en lo que más me benefició fue en que salvó a mi hija de una muerte segura.

Eran los primeros días de junio del año 1989 cuando empecé a trabajar en el Hospital. Después de varios exámenes para acceder, me apresuré a entrar en la primera lista que llamaron, Telefonista, por miedo a que no llegase a mí la de categoría superior. Fue un pequeño error, pero eso ya no viene a cuento. Yo estaba feliz en mi papel de telefonista, además de que me hacía falta poco para ser feliz, pues estaba embarazada de seis meses y todo me resultaba precioso.

Hacíamos turnos de mañanas y tardes, con domingos y festivos incluidos, pero cualquier día que estuviera en casa sin hacer nada me acercaba a tomar el café con mis compañeros y recorría los dos kilómetros que separaban mi casa del hospital. Había buen ambiente con todo el mundo. Celadores, telefonistas, auxiliares y administrativos, casi todos hacíamos el mismo papel; todos nuevos, sin apenas protocolos, pero se iba resolviendo todo sin incidentes. Aún recuerdo cómo en alguna fiesta de Carnaval había alguna compañera de urgencias que hacía los frixuelos en el hornillo (dada la exigua cocina que tenían, tocábamos a uno por cabeza, pero lo disfrutábamos como si fuera una merienda copiosa).

Llegó el día de mi parto, uno de los primeros del hospital, el 18 de septiembre. Aquí tengo que dar las gracias a mucha gente, aunque no los recuerdo a todos: las matronas Lidia y Emelina, conmigo toda la noche, cada una en su turno; los doctores Maroto y Camino, que me mimaron con esmero, y Ángeles Pena, que, a pesar del desasosiego que yo tenía en ese momento, no cesó de cogerme la mano y darme ánimos ya en el paritorio, colmándome de cariño. Es una cara que nunca olvidaré. Por cierto, ahora trabajo a menudo con ella y sigue siendo un encanto. Tampoco olvido a mis compañeros M. Vares y M. J. López, que fueron a sacarme para la planta y no paraban de sonreírme y decirme cosas agradables.

Una vez pasada a planta, vino el momento de la confianza. Como eran los primeros momentos del hospital, algún material se compraba directamente en la zona, por lo que tocó en un momento que había unas cuantas mujeres recién paridas y no tenían suficientes compresas, por lo que decidió en aquel momento la supervisora de planta, Marisa, recortar pañales para que yo los usara de compresa; hasta me sentí importante ante tanta confianza por ser de la casa.

Como dije al principio, el hospital que hoy parece que tiende a ir perdiendo protagonismo –lo que parece que está aprovechando el San Agustín de Avilés– fue esencial en la vida de mi hija. Con menos de siete meses, el doctor Ariza, en una intervención rápida, diagnosticó una sepsis meningocócica y, si hubiera habido que trasladarla a otro centro, no habría llegado con vida. Desde aquí le doy mil veces las gracias.

Pero no todo fue maravilloso en estos veinticinco años. Yo, como trabajadora, no tuve un acceso fácil a la promoción; las zancadillas y cambios de leyes me perjudicaron en unas y otras ocasiones, por lo que ahora, no muy lejos de jubilarme, sigo siendo celadora (puesto que gané por oposición en 1991). Ya no tengo ganas de luchar por el ascenso; tratar de subir de categoría no es sólo cuestión de conocimientos, también hay que tener los amigos adecuados. Y no hablo por hablar. Entre muchas cosas que podría contar, sólo voy a relatar la última que me hizo recordar lo invisible que soy como personal de este centro:

Se empezó a preparar lo que sería el 25.º aniversario del Hospital de Jarrio. Para ello, pidieron fotos nuestras, de cuando éramos pequeños, y yo presenté una mía con 3 años y medio (una imagen a la que le tengo mucho cariño porque estaba sentada en una cama de hospital, abrazada a dos muñequitos, uno blanco y otro negro). Y buscaron a gente que quisiera relatar un poco lo que fueron aquellos primeros años de nuestro hospital. Yo tendría muchas anécdotas que contar, pero fue uno de los colaboradores de la organización el que vino a pedirme que hablara el día 19 en el acto que se iba a celebrar en el salón de actos. A pesar de que soy tímida, dije que si, que lo escribiría, no para leerlo, sino por temor a que el miedo escénico me dejase en blanco. Cuando se acercaba la fecha, volvió a contactar conmigo y quiso saber si me habían llamado. Nadie se había interesado por mi opinión. Y, llegado el día, ya me enteré de que habían sido otras las personas elegidas para hablar del hospital, de la maternidad en aquellos tiempos... en fin, de veinticinco años de historia en este hospital.

Escogieron a otras personas, seguro que gente con historias muy interesantes. Pero nadie se dignó decirme nada. Simplemente, me ningunearon, como tantas otras veces.

¿Qué requisitos había que cumplir para poder participar de la tertulia del aniversario?

Ahora ya no importa. Si el director de este periódico me da la oportunidad y me publica esta carta, habré dicho lo que tenía que decir y aproveché para dar las gracias a aquellas personas que me ayudaron en momentos importantes de mi vida, sin olvidar a quien se acordó de mí para intervenir, aunque al final no fuera del gusto de quien debía elegir.

Feliz 25.º aniversario, y para el 50.º1, seguro que habrá muchas mas anécdotas; incluso puede que algunas las protagonice yo, quién sabe. Porque, dado que el Gobierno va retrasando la edad de jubilación, puede que aún merodee por aquí con dos bastones o taca-taca.

Matilde Suárez Suárez, celadora de Jarrio, Ortiguera

Cartas

Número de cartas: 46105

Número de cartas en Octubre: 43

Tribunas

Número de tribunas: 2088

Número de tribunas en Octubre: 2

Condiciones
Enviar carta por internet

Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.

» Formulario de envío.

Enviar carta por correo convencional

Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:

Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo
Buscador