Piescos
El desayuno en verano siempre empezaba con unos piesquinos. Mi padre, Tino Soto-Jove, nos repetía la misma frase cada temporada: "No hay piescos como los de la huerta de Santianes..."
Es el primer verano que falta y sé que anda por aquí, leyendo "La Nueva España" como siempre y haciendo reir a su nieto... "Abuelo, en Avilés, ¿cómo es que te gusta tanto subir a Casa Falo en San Cristóbal..." Respuesta tenía para todo: "Porque en Casa Falo no entran babayos".
El aire puro de Tineo me hace sentirle presente, como si no se hubiera ido este febrero de un día para otro. "Casa el Besugo" cerró, no existe "La Confitería" y nadie se asoma en las galerías de casa Mamagrande (mi abuela Mª Luisa LLanes) sobre el Ayuntamiento. El Campo de San Roque sobrevive junto a la Capillina sin urbanizarse, menos mal.
El cementerio está igual, eso sí, parece como si el tiempo se detuviese en una burbuja de inmortalidad sobre las lápidas y nadie se atreviera a perturbarlo. Hay algo allí, se notan cientos de sensaciones que mi subconsciente transforma en recuerdos de cuando pequeña.
Te dejo descansar por fin cerca de los tuyos, vas a estar bien. Y cada día desayunaré piescos pensando en tí. Te quiero papá.
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