El juicio oral a la Infanta
La importancia del juicio oral deriva de su publicidad. Decía Jeremías Bentham que la publicidad es una garantía procesal que por sí sola vale más el resto de garantías jurídicas juntas.
Solo con el sometimiento de la infanta Cristina a juicio oral y público la ciudadanía podrá disipar sus dudas acerca de si el rosario de indicio racionales de criminalidad minuciosamente detallados en el auto del juez instructor y avalados por las propias respuestas evasivas de la encausada han sido o no destruidos por las retóricas descalificaciones del fiscal.
Pero, precisamente, este miedo de las altas instancias a la publicidad me hace temer que el juicio oral nos sea finalmente escamoteado. De ocurrir esto, el prestigio de la Justicia sufriría su mayor descalabro desde la democracia. Desaparecería el mantra de que la Justicia es igual para todos
En mi opinión, esta publicidad solo podría evitarse legalmente si las partes llegasen a un acuerdo justo, que permita sentenciar a la infanta sin ocupar el banquillo. A título de ejemplo se me ocurre el siguiente contenido para la transacción:
La infanta acepta las responsabilidades económicas derivadas tanto de sus actividad material directa como de su cooperación necesaria con el autor material. Asimismo renuncia a sus derechos dinásticos y al título de duquesa. Por otra parte, de corresponderle una pena de cumplimiento obligatorio (superior a dos años) la pasaría en su domicilio, sin otras salidas que las inherentes a sus obligaciones maternas. Como republicano no me gusta la prisión, verdadera universidad para el doctorado en delincuencia.
Considero que Manos Limpias se daría por razonablemente satisfecha con esta solución, porque con el paso de Alteza Real a simple ciudadana Borbón la reo habría cumplido la finalidad primordial de la pena, que es la rehabilitación del condenado. Habría despertado bruscamente del sueño de la razón que, como recuerda Goya, llena la cabeza de monstruos.
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