Daños colaterares
Hola, me llamo Jose, tengo 50 años, un cáncer de laringe y soy un daño colateral. Sí, señores, un daño colateral en una guerra entre “profesionales” empeñados en demostrar que el nuevo hospital no funciona y políticos empeñados en demostrar que sí.
Unos y otros amenazan con tomar medidas. ¿La diferencia? Yo no puedo tomar medidas, sólo ver cómo se me pasan los plazos y, con ello, mis esperanzas de seguir con vida.
Protesten, protesten, se están riendo de los pacientes, te dicen los empleados públicos cuando vas a reclamar a un mostrador.
En el parking:
Tres cuartos de hora y seguimos sin poder aparcar, otra vueltecita. En el parking 1, nos dicen por tercera vez en el 3. Pero ¿dónde está el parking 1? De frente, tire de frente. Mi mujer, que es la que firma esta carta, se pone loca y empieza a darle al claxon sin control. Ya verás cómo la voy a tener que llevar por urgencias de psiquiatría.
En el otorrino:
–¿Cuándo me llamarán de oncología?
–No sé decirle, son malas fechas, empiezan las vacaciones de verano.
–Es que malas fechas ya fueron por Navidad, por el traslado (me aplazaron cinco semanas la consulta)...
En atención al usuario (¿antes no éramos pacientes?)
¿Quién da la vez? Tanta informática y aquí no hay ni para coger número. Mientras espero hora y media, sigo pagando parking. Quieren linchar a una señora que intenta colarse.
Protesten, protesten.
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