Pablo Iglesias mató a Manolete
Cualquier ciudadano que estas últimas semanas decida leer un periódico, sea de tendencia socialdemócrata o de la más casposa derecha; escuche una radio, desde la emisora de los obispos hasta la cadena Ser, o se enfrente a cualquiera de las cadenas de televisión de los dos grandes grupos multimedia de nuestro país, se encontrará con una campaña de descrédito e infamias hacia el señor Pablo Iglesias que resulta verdaderamente ridícula.
Porque es tal el empeño que han puesto todos los medios de este país en desacreditar a este señor que lo han calificado ya de proetarra, castrista, bolivariano, proiraní; y la última perla: de defensor de la censura de prensa. Todo esto se hace, claro, sacando frases de contexto, buscando referencias a foros políticos en los que también se hallaban personas del PSOE o el PP, pero con el ánimo claro y preciso de desgastar ante la opinión pública la figura de un político que, aupado por 1200.000 votos, ha traído un soplo de aire nuevo a la política. Y, por cierto, aire no corrupto ni emponzoñado.
De momento, nada de lo que afirman estos contertulios y periodistas al servicio de los poderes de siempre se le ha podido demostrar al señor Iglesias. Puesto que si fuera etarra, evidentemente, estaría en la cárcel. Y en cuanto a sus contactos con el régimen castrista, bolivariano, o iraní, a uno le vienen a la cabeza el apretón de manos entre el señor Rajoy y Obiang, el presidente de Guinea; o las ventas de armas del Gobierno de España a Venezuela, manteniendo –claro está– la absoluta y completa presunción de inocencia del señor Iglesias, al que, si tanto atacan desde el PP y el PSOE –y sus medios afines–, es que algo bueno está haciendo. Aunque algunos no tardarán en acusarlo de ser el vil asesino de Manolete, y dejar a “Islero” como colaborador necesario.
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