El último asalto de Raúl Muñiz
Amigo Raúl, maestro como nos referíamos a ti a tus espaldas por lo poco que te gustaba, quiero decirte públicamente que con tu marcha no se va a terminar tu legado. Me conoces bien y sabes que lo menos que aprendí de ti fue karate, a pesar de los años de sudor, ilusión, entrenamiento y combates, que fueron muchos.
Supiste siempre analizar a las personas de un primer vistazo y me atrevería a decir que nunca te equivocaste, que las veces que te fue mal con algún amigo-alumno más descarriado, fue por tu exceso de bondad. Sí, amigo, nos enseñaste a pelear de verdad, en la vida, pero te entendimos desde el principio. El karate sólo fue un vehículo para canalizar toda esa energía titánica que salía de tu carácter pétreo, duro como las rocas de las montañas de Tornín. Todos recordamos tus polémicas y discusiones ¿dejarse pisar? Cómo hiciste aprender a algunos.
Ese es tu legado, Raúl, demostrarnos que se puede y se debe encarar cualquier situación dando la cara y sin ceder un milímetro. Y qué es la vida sino un gran combate.
Me vienen a la cabeza cientos de anécdotas en el gimnasio, en los campeonatos de la EPKA en pleno Bilbao de los ochenta, en los colegios de Avilés,, pero el tiempo pasa y en ese gran combate nos vamos agotando mientras nuestro rival, incansable e implacable, nos sigue hostigando con saña.
A pesar de que mil veces pensé en ir a verte este año y de que me hubiera gustado recibir una última lección para saber enfrentarme a la Muerte cuando me toque, soy capaz de imaginarme tu último asalto. Tenías que perder, lo sabías y lo sabía Ella, pero te ganó por puntos y seguro que tuvieron que restañarle su fea y grotesca cara.
No te preocupes por los tuyos. Sé que me hubieras pedido que te echara una mano en tu ausencia, tranquilo, ya sabes la respuesta.
Hasta pronto Raúl. Espérame en el tatami, calentaremos, entrenaremos la base, haremos algunas katas, combatiremos y al acabar, te ayudaré como siempre a barrer, que hasta eso enseñaste a algunos.
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