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La pobreza invisible, una palabra que sangra

14 de Julio del 2014 - Lorenzo Arias Páramo

Subtítulo: A los que no manipulan la miseria

Yo soy la pobreza y puedo hablar de ella porque siento mía esa palabra innombrable, erradicada de la abyecta propaganda estatal en esta miserable sociedad. Soy muy cruel con las palabras que matan. Reclamo la pobreza como nombre, como uso semántico que se ha olvidado por la amnésica cicuta del Poder. Me pertenece esa palabra. Amo esa palabra. Odio a quien me la arrebate y siempre habrá pobres que maten por ella. Así es de cruel secuestrar la pobreza. La pobreza y la marginación, la miseria sumida en la trampa que tiende la pobreza, una pobreza absoluta, fría y cortante como el hielo -personas que carecen de comida y de casa-, Asturias, Andalucía, Galicia o Extremadura, España. Quiero llamarlos por su nombre. Morir hablando de la pobreza con ellos. No quiero medir parámetros de pobreza, cuantificar su número: quiero que se pronuncie la palabra pobreza tantas veces como la de riqueza. El empobrecimiento genera hambre, miseria, necesidades primarias insatisfechas, analfabetismo, delincuencia, enfermedad, injusticia y violencia física y moral en este maldito siglo XXI. Quiero que se hable de los muertos por pobreza sin subterfugios ni sinónimos. A corazón abierto. Porque la pobreza es sagrada. Muero de pobreza porque alguien me mata físicamente por culpa de ella. Inmutable realidad. Porque alguien me ha metido el frío acero de la pobreza en el cuerpo. Denunciar miles de veces por qué entre ricos y pobres las diferencias son cada vez más profundas e insalvables; por qué los pobres son cada vez más pobres. Soy muy cruel cuando te arrebatan tu nombre por la pobreza que sufres. No os olvidéis de la palabra porque ella os matará. Detrás de esa población mundial más miserable está el 30% de la humanidad. Más de 20 millones en la Europa Occidental pronunciarán en su último estertor esa palabra maldita: pobreza. En el mundo hay en extrema pobreza mil millones de seres humanos. Si les quitamos la palabra los matamos como seres humanos. Son pobres muertos socialmente, ¡¡¡pero tienen un nombre: pobres!!! Pero son pobres imprescindibles socialmente, exquisitamente necesarios -económica, política, social, moral, religiosa y militarmente- para la supervivencia del mundo moderno. Pero semánticamente no pueden existir, no pueden entrar en el reino del Paraíso, no tienen nombre y la barca de Caronte los reconocerá y transportará a la otra orilla no por su nombre sino por su miseria física. Maldito sea aquel que les ha quitado la única palabra que les quedaba para seguir soñando con el Paraíso.

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