Cultura universal
En el momento en que los poderes públicos reconocen un mínimo derecho básico, a la cultura asturiana (esto incluye, la historia, tradiciones, música, lengua, literatura etcétera; es lógico tener más empatía con unas facetas que con otras, pero siempre desde el respeto y descartando el menosprecio), sus más acérrimos enemigos salen de sus cavernas de la forma más virulenta y con las consabidas frases hechas basadas en el desconocimiento y los perjuicios.
Yo entiendo que la cultura es universal y que todo lo que se pueda recopilar a lo largo de la vida será enriquecedor para el individuo y el colectivo, para el que representa un valor añadido. No se pueden poner fronteras ni estigmas a ninguna, en este caso hablamos de culturas. Pero la obligación de elegir en pos de un mayor rendimiento siempre conlleva perjuicios para el eslabón más débil. Existen organismos internacionales creados precisamente para proteger esos eslabones en todas las materias (ecología, culturas, etcétera) pero siempre predomina el factor económico sobre la diversidad. Por eso constantemente desaparecen especies y culturas, gracias a la ignorancia del ser humano.
Por eso cuando leí la carta enviada a este periódico por el señor Carlos Álvarez-Builla no pude por menos que contestar ante “argumentos” tan manoseados y que sólo se entienden esos sentimientos tan antiasturianos, desde una perspectiva con una buena dosis de desconocimiento y prejuicio a partes iguales. Menospreciar la cultura propia, básicamente por desconocerla, es propio del individuo corto de miras y con complejos, que no ha tenido contacto con la literatura o la historia a no ser de una manera folclorista o sesgada y no valora en su medida lo que tiene delante. Es posible conocer y estudiar cultura francesa, inglesa o rusa y, a la vez, cultura asturiana; una cosa no suple a la otra; al contrario, se complementa, y cualquier persona que se sienta asturiana, que respete y quiera a esta tierra, debería tener como primordial que las generaciones futuras conozcan toda la cultura asturiana, para que no desaparezca.
También resulta clarificador que se justifique en sus preferencias políticas, no le vayan a encasillar dentro de la derecha más casposa y retrógrada cuyo comportamiento con la cultura asturiana ha sido siempre de desprecio. Para su tranquilidad le diré que dentro de ese partido que usted menciona también hay afiliados, votantes e incluso dirigentes que conocen, respetan y defienden la cultura asturiana, y lo han hecho públicamente. El comportamiento al que antes hacía mención de esa “clase de gente” está en todos los estamentos de la sociedad y, por supuesto, en todos los partidos, en mayor o menor medida, dependiendo de sus principios.
En el escrito de apoyo del S. R. Artaza a su carta muestra dudas y afirmaciones de difícil calificación y plantea una pregunta a la que vaya contestar con otra. ¿Qué castellano se enseña en España, el de Huelva, Valladolid, Ourense o Caracas? ¿y el galego? ¿el de Fisterra, el de Lugo o el de Cambados? Le dejo la respuesta para usted, le aseguro que no es necesario tener un máster para llegar a la solución. Me hubiera gustado haberles contestado en la lengua de Teodoro Cuesta, Pachín de Melás o Fernán Coronas. En este caso lo he hecho lo mejor posible en la lengua –como dice usted– de Cervantes, pero actualizada por la Academia Española que se ocupa de cuidar, aglutinar y dictar normas (entre otros trabajos) como lo hacen otras academias, incluida la de la llingua asturiana que lleva haciendo su labor desde hace décadas y a que les invito a conocer. Tengan en cuenta que lo cortés no quita lo valiente y que el saber no ocupa lugar.
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