Pablo Iglesias

23 de Julio del 2014 - Ricardo Luis Arias (Aller)

De pronto, sorprendentemente, irrumpió en la liza política carpetovetónica como un elefante en una cacharrería. Joven, descamisado, con barba y coleta, intelectual y preparado, profesor de la Complutense, forma un partido político, “Podemos”, en cuatro meses, y arrasa en las elecciones al Parlamento europeo, en el que se sitúa con cuatro de los suyos. Asombroso. Sobre todo al sobrepasar y desbordar a la izquierda más radical y extremista, con una ideología política inspirada en los “santuarios” de Cuba y la Venezuela bolivariana, sobre todo en esta última. Nada, que si el régimen que pretende implantar aquí es como el de Venezuela, sería cosa de escapar dando suela. ¡Ay, si levantara la cabeza Simón Bolívar! Es una verdadera lástima que “Podemos” no sea de una izquierda moderada, responsable y constitucional, que ocupara el hueco o lugar que está abandonando el PSOE, que lleva el paso cambiado, hacia ese radicalismo, desde que se fue Felipe González, su mejor dirigente. Hoy nadie da su medida para acceder a la Secretaría General del partido, y menos, aún para instalarse en la Moncloa.

Creemos e intuimos que, al apellidarse Iglesias, intencionadamente, le pusieron el nombre de Pablo -¿con agua bendita, o agua maldita?-, con vistas a que, mañana, fuera como aquel Pablo Iglesias que fundó el Partido Socialista y colocó en su sitio al capitalismo y a la clase trabajadora -al primero, poniéndole freno; a la segunda, defendiendo sus derechos, atropellados hasta entonces-, y que quiera ahora reencarnarse en el líder nacional de la izquierda, pero de un socialismo equivocado, de una desaforada radicalidad y extremismo. Y esto le puede perder, porque el que mucho abarca, poco aprieta y si uno, además, corre mucho, vertiginosamente, y tiene prisa por llegar a la meta, se puede pegar el morrón. Si tal cosa ocurriera, que no deseamos -y sí que “Podemos” se integre en el marco legal democrático y constitucional-, éste nuevo Pablo Iglesias sería como una gran burbuja o pompa de jabón, súbita y espectacular, que se volatilizaría en el aire contaminado de la nauseabunda política carpetovetónica.

España no puede continuar por más tiempo así. PSOE y PP, antes con Zapatero y ahora con Rajoy, son los que, alternativamente, se vienen repartiendo la tarta del poder y, con ella, la corrupción y el despilfarro, y con todo esto hay que acabar. Comenzando por una regeneración política inmediata, de arriba abajo. Y una oposición y un gobierno responsables, del color que sean, que recuperen cuanto antes trabajos, la paz social y las ilusiones perdidas. Todo cuanto se ha llevado por delante la crisis económica y política, que nos sitúa en la UE como unos pobretones. Bueno, pues que allí descargue ahora Pablo Iglesias toda su artillería, pero sin demagogia ni extremismo algunos, empleando también en casa esa misma munición democrática. Es la única manera de poder compartir o tener derecho a esa tarta... O el morrón será inevitable.

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