Conocer Fátima

4 de Agosto del 2009 - Antonio Colao Granda (Gijón)

Juan Pablo II nos ha dejado escrito que los mensajes de Fátima eran la continuación del Evangelio. El 13 de mayo de 1981 estaba previsto en la agenda del Santo Padre el viaje que tenía proyectado para visitar el santuario de Fátima. Sabiendo que la Virgen es nuestra protectora, nuestra abogada y nuestra defensora ante los favores que nos hace y el juicio que a todos nos espera, pero el exceso de trabajo y los compromisos que tenía pendientes le llevaron a suspenderlo silenciosamente para evitar aclamaciones que había decidido no aceptar; y ha sido en ese mismo día cuando el turco Alí Agca lo ha herido gravemente en la misma plaza de San Pedro.

Con una precisión singular consiguieron llegar con él a la Clínica Gemelli entre la vida y la muerte. Allí, en el lecho, dos días después, le dijo el entonces presidente de Italia, Sandro Pertini: «Sufro mucho, Pertini. ¡Si la Virgen me salva la vida le prometo que iré a Fátima el 13 de mayo del próximo año». En efecto, en 1982 lo hemos visto en Fátima –al lado de la capelinha–, cuando nos dijo estas palabras que no se me olvidarán jamás: «Yo vi a la Virgen de Fátima salvarme la vida», y lo dijo con acento tan recalcado: «Yo vi», que nos ha parecido una aparición más de la Virgen.

Motivado por este atentado coincidente con lo que antecede, el obispo de Roma resolvió ponerse en contacto con la vidente de Fátima –sor Lucía–, para saber el por qué no se había cumplido lo profetizado por la Virgen respecto a la conversión de Rusia, una vez que la Consagración fuese hecho en unión con todos los obispos del mundo. Es de notar que el pedido de la Consagración le fue comunicado a sor Lucía por la Virgen en 1925, cuando se encontraba instruyéndose y trabajando con las Doroteas de Tuy-Pontevedra. Pero la superiora y su director espiritual sólo le concedieron permiso para comunicar a Pío XII el pedido que la Virgen le había hecho (en 1925), en 1940, y la primera Consagración la hizo Pío XII en 1942, y después de haber visto el milagro del sol en los jardines del Vaticano declarado por él mismo, volvió a hacer la Consagración en 1952. Después la hizo Pablo VI, por último Juan Pablo II, cuando en Rusia todo continuaba lo mismo.

El Santo Padre Juan Pablo II le pidió al nuncio de Portugal que le comunicara a sor Lucía todo lo que estaba sucediendo: la vidente le dijo: «Todas las consagraciones hechas hasta hoy no han sido válidas. Nuestra Señora me dijo que tenían que ser hechas en unión con todos los obispos del mundo. El nuncio de Su Santidad le advirtió de que algunos obispos no creían en esas apariciones. No importa, le dijo sor Lucía, Juan Pablo II ha de enviar carta a los cinco mil obispos que la Iglesia tenía en aquella fecha y hacer la Consagración como la Virgen nos lo ha pedido. El Santo Padre –tal vez debido al atentado– les envió las cinco mil cartas y la Consagración se hizo como la Virgen lo había pedido.

Recuerdo muy bien cuando este pobre servidor estaba en Covadonga mientras monseñor don Gabino Díaz Merchán hizo la Consagración, en medio de una multitud de gentes. Poco tiempo después, el presidente ruso Gorbachov se presentó en el Vaticano para dialogar con Juan Pablo II, y desde aquella fecha comenzó la llamada «Perestroika» o cambio político, dejando de perseguir ferozmente a los católicos y aceptando a los que practican la religión.

Puede parecer una locura si decimos que el atentado a Juan Pablo II ha sido móvil de todo lo bueno que antecede. No continuaremos con lo sucedido en Polonia motivado por Juan Pablo II, ni con lo del muro de Berlín.

Nos parece bueno recordar algunas palabras de las muchas que la Virgen de Fátima le dijo a sor Lucía: «No quieren hacer la Consagración, pero la harán, y mi Inmaculado Corazón triunfará».

Sor Lucía nos ha dejado escrito cómo ha sido hecha la Consagración por Pío XII la segunda vez: «Como hace algunos años consagramos todo el género humano al Corazón Inmaculado de la Virgen, Madre de Dios, así ahora, de un modo especialísimo, dedicamos y consagramos todo el género humano al Corazón Inmaculado de la Virgen, Madre de Dios».

Pienso que lo más prodigioso de Fátima ha sido el milagro del sol el 13 de octubre de 1917. 70.000 personas se agolparon rodeando los tres pastorcitos, cuando no había luz, ni carreteras, ni radios, ni televisión, ni periódicos, venidas de todas partes del mundo, y en los 10 minutos que fue girando el sol sobre sí mismo, las voces y los gritos eran ensordecedores: «¡Dios mío, ahora creo!», y todos arrodillados pidiendo clemencia a la Virgen por los pecados cometidos, con las rodillas entre el lodo o el polvo, tuvieron que pasar los 10 minutos para que volviera el silencio. ¿No es un gozo ir a Fátima el próximo día 7 con tres autobuses cargados de peregrinos para darles a conocer la historia espiritual de Fátima? Cuánto hemos trabajado para que esto suceda y cómo la Virgen nos concede una satisfacción que no se encuentra en este mundo. La verdadera «felicidad» sólo viene de Dios y sólo la reciben los que hacen el bien a fondo perdido y detestan el mal.

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