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Apología de la alegría

30 de Agosto del 2014 - José Antonio Coppen Fernández

La animación y el sentimiento grato que se traduce en alegría debemos buscarlo o provocarlo como una norma que no hemos de descuidar. Elevaremos nuestro estado de ánimo improvisando nuestra alegría. He aquí la advertencia de Marco Aurelio: “La alegría se encuentra en el fondo de todas las cosas, pero a cada uno le corresponde extraerla”. He ahí la clave. Esa es la manera de achicar a la tristeza. Y es que, en ocasiones, aun teniendo motivos para estar alegres, se nos mete el gusanillo de la preocupación. Nadie pondrá en duda que lo que más felicidad interior produce es la alegría, pues normalmente se asocia a un ambiente sano. Aquí sí deberíamos valorar el sentido positivo de la ambición con generosidad, pues en este caso, lejos de ser un vicio, la ambición es una virtud.

No cerremos las puertas y abramos también las ventanas a la alegría, pues la sonrisa y la jovialidad son el mejor tratamiento sin receta médica. Por tanto, no renunciamos a participar en los ambientes donde esté presente, y procuremos huir de aquellos otros que puedan contagiarnos la tristeza. Todos conocemos personas que gustan dramatizar cada momento de la vida, sin duda no se percatan que caen en un masoquismo que no tenemos por qué compartir. También abundan los hipocondriacos, convencidos de que todas las enfermedades van a parar a ellos. Y en cuanto –sin fundamento– creen sufrir sus síntomas, es como si vivieran encerrados claustrofóbicamente entre permanentes problemas de salud. Hay que vivir y dejar vivir, sin ocuparnos obsesivamente de los demás. El Papa Francisco –el Papa con los pies en la tierra– acaba de advertir: “Quien juzga al hermano se equivoca y terminará por ser juzgado del mismo modo”.

Subtítulo: Consejos para huir de la tristeza

Destacado: Cerremos el paso al estado angustioso que se produce en ocasiones en las personas

No permitamos que los demás nos cambien una actitud positiva, cerremos el paso al estado angustioso que se produce en ocasiones en las personas. Por tanto, cuando se presente la alegría, dejemos que inunde nuestro interior. Deberíamos fijar como aspiración despertar cada mañana con la alegría de vivir, es decir, gocemos del día en que estamos, sin pensar cómo será el siguiente. No debemos permitir que nos desaliente la opinión de los demás, ni que enturbien nuestros pensamientos.

Para todo ello, feliz quien pueda llamar suyo el día en que vive y para sus adentros hacer de él un balance positivo, pues como se ha dicho, la esencia de la vida es el presente. Y es que, debemos reconocerlo, nuestra atención no siempre vive con plenitud racional el momento presente, pues solemos pensar en el ayer o en el mañana, en contra del consejo de Mahoma: “No paséis el tiempo con el pasado y con el porvenir, hay que estar listos para vivir el momento actual”.

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