Profesión versus vocación
Parece que hoy no va a llover. Son las seis de la mañana, frente al espejo me observo y pienso que hoy es un día más, un gran día.
Me gusta llegar pronto al trabajo, eso me tranquiliza y me da seguridad, somos esclavos de nuestros miedos en mayor o menor medida.
Hoy tengo una nueva ruta, sonrío, me gustan los retos.
Algún compañero me dijo que en esa ruta hay una persona muy especial, que saluda con fuerza moviendo su mano y muestra un rostro radiante a nuestro paso.
Empieza mi turno, los observo. Sus caras muestran aún el despertar, inexpresivas, autómatas, carentes de vida. Me pregunto por qué si ha nacido el día, la sonrisa y la gratitud no aparecen en ellas. ¿Será que la felicidad tiene un tiempo de activación?
Comienzo mi trayecto, todo es igual, las casas, los coches, algún que otro claxon irrumpe el silencio de mi pensamiento. Y allí, pasada la loma, mi mirada se desvía una décima de segundo, es él, con la mano extendida y el rostro sonriente.
Todos debemos buscar alguien que nos salude y sonría al vernos llegar.
Me llamo Juan Carlos y soy conductor de Alsa.
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