¡Repita conmigo...!
Parece que hay bastante consenso acerca de que nuestro We Can de fabricación casera está sirviendo de revulsivo en el charcal anóxico en que se ha convertido este país nuestro.
Como bien saben los expertos en efluentes residuales, la agitación de las cloacas es buena si precede a una serie de etapas de captación, encauzamiento y tratamiento físico, químico y biológico del sistema contaminado. Y aquí también parece haber cierto consenso en cuanto a que, tras el diagnóstico de las fuentes de putrefacción y pestilencia, buena parte de las medidas correctoras que el mencionado movimiento voluntarista ofrece más parecen conjuros transcritos desde sórdidos legajos de alquimia previa al flogisto que soluciones técnicas serias, extraídas de manuales solventes y acreditados.
Pero así somos y en nuestros pecados llevamos peores penitencias. Estamos al borde del abismo, pero siempre podremos a dar un gran paso adelante.
Supongo que recordarán –y a esto quiero referirme– que, hace escasos días, Esperanza Aguirre contactó telefónicamente con un programa de televisión para tratar de exigir en directo a Pablo Iglesias II una aclaración pública y explícita de sus polivalentes comentarios sobre ETA. O sea, una reedición de la jura de Santa Gadea, sin crucifijos, menos solemne pero con más cámaras. En un contexto de expectación mórbida, la irrupción de una francotiradora en mitad de cualquier aquelarre mediático resulta un elemento estimulante tanto para los amantes de la pelotera por la pelotera como para aquellos que, creyendo en la formación permanente (el LLL de Bolonia), aún anden tratando de configurarse un criterio para sobrevivir con cierta dignidad o para colgar en la red su no menos digno haraquiri cuando, finalmente, las vacas locas tomen el relevo de las flacas.
Declaro mi simpatía por lo mejor de doña Esperanza y mi antipatía por lo peor del colega Iglesias. Y, dicho esto, quiero sugerir el guión del previsible duelo del siglo entre la lideresa de la derecha sin complejos y el parlamentario de la izquierda sin contemplaciones, cuando alguna cadena monte el cuadrilátero en prime time. Desde aquí propongo que se adopte el esquema, tan socarrona como inteligentemente introducido el otro día por la retadora, muy consciente ella de que tales resonancias adoctrinadoras producen tics delatores en el fondo de armario de nuestro genoma: la audiencia –absténganse plebe y lumpen– llamando a la cadena y proponiendo a uno y otra, a otro y una, sus emplazamientos. A ver, ¡repita conmigo!
Ensayemos.
Un, dos tres
A ver, señora Aguirre, repita conmigo, yo soy dirigente de un partido que ha hecho todo lo que ha podido, con la ley en la mano, para aclarar, desde los foros, desde el Parlamento y desde el Gobierno, todas las incontables sombras del proceso del atentado terrorista del 11-M, nuestro “Día de la Infamia”.
A ver, señora Aguirre, repita conmigo, yo soy dirigente de un partido que no ha sabido, ni sabe, ni ha participado, ni participa, ni participará, ni cohonestará, desde los foros, desde el Parlamento ni desde el Gobierno, ningún acuerdo secreto, al margen de las leyes y del conocimiento y voluntad de los representantes de la soberanía popular, para transaccionar el cese temporal estratégico de la violencia terrorista a cambio de concesiones inconfesables del Estado de derecho.
A ver, señora Aguirre, repita conmigo, yo milito y yo soy dirigente de un partido que ha cumplido, cumple y cumplirá sus compromisos electorales.
Fin de la primera ronda.
Como las declaraciones que se puedan extraer de don Pablo me son totalmente ajenas (aunque no niego que llegará el día en que me metan el repelús al cuerpo), les cedo la vez. Prueben ahora ustedes: ¡repita conmigo! Yo me he centrado en doña Esperanza, en la confianza crepuscular de que, al final, no sólo quede la desesperanza.
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