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Un gran rincón de Moreda

30 de Agosto del 2014 - Guillermo Fernández Lorenzo (Moreda de Aller)

Nací, me crié y viví siempre con una gran torpeza, cosa que deploro; pero a despecho de esa gran torpeza, logré siempre distinguir las cosas. El pozo San Antonio, de Moreda, y su entorno son una de esas cosas que me llaman la atención. Me sirve de consuelo, a pesar de todo, que también llame la atención de personas a las que yo creo libres de esta torpeza crónica mía.

Se me van los ojos, siempre que paso de Moreda-Centro, al barrio de Villanueva, porque esa plaza del pozo es la misma muestra del abandono; quizá sea la imagen de lo que, en un futuro no muy lejano, sea nuestro concejo de Aller, o buena parte de él.

Si no se dedica ese solar a otras cosas, como así se hizo entender a los vecinos (de hecho, desde el Ayuntamiento, o fuentes muy allegadas, salieron noticias que pudieron ser leídas en los medios informativos en el año 2004 y siguientes, como aquellas que comenzaban: “Aller estudia convertir el pozo San Antonio en un reclamo turístico” (La Nueva España del jueves, 15 de julio de 2004). “Aller estudia las posibles utilidades del pozo San Antonio. El objetivo municipal es usar las instalaciones con fines turísticos”. El mismo diario, pero esta vez del viernes 10 de diciembre de 2004. Y un largo etcétera), bien podría adecentarse su entorno, porque ese pequeño gran rincón de Moreda, a pesar de que parezca poco frecuentado, es diariamente transitado y visto por muchas personas. Es lógico pensar que a muchas de esas personas les importe muy poco el estado de la plaza del pozo, otro buen número de ellas dirá que es una verdadera pena ver esas ruinas que sobrecogen. Ciertamente, este abandono y esa imagen que presentamos al público no constituyen para las gentes y su cotidiano quehacer un problema inquietante; pero siempre habrá de preocuparnos ofrecer una buena imagen. Si se pretende ganar turismo para el concejo de Aller y se permite, a la vez, que haya zonas como ésta, será como si se esconde la porquería debajo de la alfombra.

Un último grupo de personas, quizás el menos numeroso, pensará con nostalgia en los tiempos en los que esa plaza era un bullir de gentes, unos esperando la jaula, otros saliendo de ella dirigiéndose a entregar lámpara a lampistería, embarcadores encaminando el “cargao” a los basculadores de tolvas... en fin, un movimiento febril de operarios que mantenían activo un pozo cuya profundización comenzó en 1940, que se inauguraba oficialmente el 23 de noviembre de 1947 y que cesaba, definitivamente, su actividad el 31 de octubre de 2003.

Cincuenta y seis años de actividad, más de veinte de los cuales los he presenciado y protagonizado con casi ochocientos compañeros y, en cierto modo, he contribuido con ellos a la vida del pozo.

La mina, la Tierra, nos ha llevado mucho; nos ha dejado sin salud y sin algún ser querido; nos ha dado, empero, vida. Por eso, cada vez que paso por la calle de Francisco Palacios a visitar a algún amigo a Villanueva o a despedirme de otro amigo, al tanatorio, siento pena. La nostalgia me invade. La pena me la produce el estado de abandono y la ruina que contemplo al mirar esa plaza que se ha convertido en un sitio lúgubre. La nostalgia es mía. La produce mi sentimiento, porque creo que moriré sin haber dejado nunca de amar lo que me dio la vida y lo que me dio para vivir.

Por favor, quien quiera que sea el responsable de esta plaza del pozo de San Antonio de Moreda, haga algo. La población, esa población a la que solamente le quedan escombreras y silicóticos después de los miles de toneladas de carbón que ha extraído por esa caña, le estará agradecida.

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