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Necesitamos recobrar la ilusión

22 de Agosto del 2014 - José Viñas García (Oviedo)

Los españoles que han vivido la Transición saben lo que es sentir esa ilusión por la llegada de la democracia, veían a los partidos políticos como algo suyo, no digamos a los sindicatos que se ofrecían como los protectores de todos los trabajadores. Se interpretaba por parte de todos que llegaban tiempos cargados de dignidad y solidaridad. Así fue durante varios años, se distinguía a los cargos públicos en la calle hablando con la gente, les pedían opiniones, recogían peticiones y daban soluciones a las cuestiones que les planteaban los ciudadanos. Eran como algo nuestro, acudías a ellos cuando te encontrabas indefenso o contrariado y siempre apreciabas una sonrisa y un buen hacer.

El ayuntamiento y el local de los sindicatos conformó durante esos primeros años, un lugar casi familiar donde acudir para resolver infinidad de situaciones personales o laborales. Nadie se sentía solo e indefenso, se apreciaban esas ganas de servir sobre todo a los más débiles, necesitados o menos capaces.

Los Gobiernos aprobaban leyes y reformas que beneficiaban a las clases más desfavorecidas, siempre buscando la equidad y que aportaran más los que más tenían. Así se fue consolidando un sistema laboral basado en la negociación colectiva entre sindicatos y empresa, que permitió que el abanico salarial se acortara y las diferencias entre clases fueran menores, dando como resultado un País seguro y envidiable. Durante esos años se apuntaló un estado de bienestar sin fisuras, con derecho gratuito universal a la Sanidad y Educación; se creó un fondo para garantizar el poder adquisitivo de las pensiones, unos servicios sociales para ayudar a las personas dependientes, etc

. Pero un buen día a finales del 2007 cuando menos lo esperábamos (cuando el gobierno nos decía que estamos en la champions league de la economía mundial, que éramos la 8ª potencia, que nuestra banca era la más saneada del mundo y que crecíamos por encima de Alemania, Francia e Italia juntas, ese mismo gobierno que nos llevó a las más altas cotas de empleo, el déficit a cero, la deuda rondaba el 40% del PIB, etc. ) apareció de la nada una crisis que nadie supo predecir, y que se tragó de un plumazo todas esas ilusiones que pensábamos eternas.

Esta crisis no solo hizo daño económico y moral a las familias, también daño irreversiblemente la confianza en nuestro estado de derecho y puso al descubierto que tenemos una democracia débil y una constitución anticuada, que no tienen los resortes adecuados de control, participación y decisión ciudadana sobre los cargos públicos, donde el aparato de los partidos decide por todos nosotros, incluso mantener corruptos e imputados en sus filas sin que una Ley impida semejante disloque. También puso al descubierto un Justicia arbitraria al servicio del poder y del dinero.

Por todo ello, para empezar de nuevo a ilusionar, hay que regenerar todo el arco político, no supimos sacar a tiempo las manzanas podridas de la cesta, ahora todas están pochas.

Necesitamos una Justicia independiente. Reformar la constitución aplicando criterios modernos adecuados a las nuevas tecnologías, donde sobran: Senado, Diputaciones, Asesorías, conserjerías, delegaciones, la mitad ayuntamientos y comunidades, etc. Se roba porque hay muchos tugurios donde meter mano, donde colocan a sus familiares todos, y eso no hay País que lo pueda sufragar; ya se acabó que para vivir bien unos cuantos tengan que empobrecerse y perder derechos la mayoría, esa mayoría debe ser resarcida en las próximas elecciones, empezando por eliminar esa reforma laboral cruel.

Obligación de Primarias abiertas, no solo a los afiliados, también a los simpatizantes y sin avales; transparencia total en todas las instituciones, limitación de mandatos y leyes duras contra las corruptela.

Empezar a eliminar la mayoría de privilegios del que gozan políticos, jueces, reyes, príncipes o infantas. No pueden unos ciudadanos empobrecidos cada día más, seguir manteniendo los mismos privilegios de tanto mangante.

Hay que acabar con la impunidad, hacer auditorias en empresas, cajas, partidos, sindicatos, ayuntamientos y comunidades para que no se vayan de rositas los que nos metieron en ésta.

Tenemos que exigir estos poquitos cambios para empezar a ilusionarnos y a sentirnos útiles por haber nacido, de lo contrario mejor maldecirnos o morirnos, sin otro mérito que haber permitido un sistema tan insolidario y egoísta.

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