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Accidentes geográficos

14 de Septiembre del 2014 - Ramón Alonso Nieda (Mesariegos, Arrionds)

“Novecento”, aunque el cartel promocional haya popularizado el cuadro de Pellizza da Volpedo, incorpora masivamente (paisajes, composición de grupos, indumentaria, gestuación) el repertorio estético de Fattori, el más representativo de los Macchiaioli. A estas alturas el filme se ve como un amable panfleto (con unos malos malísimos y unos buenos a carta cabal). El que las cadenas lo sigan programando le permite a Rosa Regás verlo “por tercera o cuarta vez”, a pesar de sus “cinco horas de duración”. De duración, no sea que alguien entienda cinco horas de peso.

Para peso, el de Depardieu, que hay que ver lo que engordó en los últimos treinta y ocho años. Debió de ser el sobrepeso o “estructura corpórea” del actor lo que inspira a doña Rosa sombrías reflexiones: “Así que somos como una inmensa isla, no ligada a continente alguno ni anclada en el fondo del mar, que pulula al albur mecida por vientos y tempestades”. ¿Una inmensa isla no ligada a continente alguno? Desde luego, pues por poco que estuviera ligada, la isla sería península. Si no es que, al ser tan grande (“inmensa”), se la pueda considerar subcontinente. “Ni anclada en el fondo del mar”, con lo que estaríamos ante el primer caso de una isla flotante. “Una inmensa isla” de porexpán o algo así; pues para que flote, aunque la haya fletado Rosa Regás, la isla ha de pesar menos que el agua que desaloja.

“Que pulula”. Pulular: “provenir o nacer una cosa de otra”, “abundar y bullir”, “multiplicarse rápidamente en un paraje los insectos y sabandijas”. Ninguna de las acepciones del Diccionario autoriza a poner una isla a pulular. Las sabandijas son de tierra firme y en la mar océana, con tanta agua, se ahogarían en seguida. “Pulula al albur”. Vamos por partes. Si el verbo es transitivo y albur su complemento, se trataría del albur “pez teleósteo del orden de los fisóstemos” que, como todo el mundo sabe, “es de río”, y en agua salada dejarían de pulular ipso facto. Nos queda “al albur” como complemento de modo: pululando a la buena de Dios, que ya se aproxima al pulular de los insectos y sabandijas, que es sin orden ni concierto como las lecturas de un servidor (que hasta lee a RR si a mano viene).

Pero entonces la isla inmensa, ni anclada ni amarrada, ¿no sería simplemente una barcaza a la deriva? Claro, guapo; pero para escribir así, ¿qué necesidad tendría doña Rosa de ser escritora? Aparte de que a lo mejor pulular en catalán es ir de acá para allá al tuntún por el Passeig de Gràcia. –Ya, pero en español, “res de res”. ¿“Somos como una inmensa isla pululando al albur”? Serálo usted, señora. Sáqueme de tamaño accidente geográfico, que lo es más del sentido común. Porque si bien se mira la maniobra completa, la balsa o barcarola de Regás ya leva ancla de toda lógica y suelta amarras con cualquier sintaxis en el párrafo anterior: “Y ya no hay quien, como no sean los historiadores, que bastante tienen con lo suyo, pueda no ya sumergirse en él, sino simplemente consultarlo com referencia para comprender nuestro presente. Así que somos como...” (lo que sigue ya lo saben). “¡Pobre barquilla mía,/ entre peñascos rota,/ sin velas desvelada/ y entre las olas sola!”.

Ramón Alonso Nieda, profesor de Filosofía

Mesariegos (Arriondas)

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