Pablo Iglesias

27 de Agosto del 2014 - Jaime Lisa Escaned (Oviedo)

Leí, en la edición en papel de este mismo diario días pasados, una carta al director dedicada a Pablo Iglesias, el descamisado profesor de la Complutense, que merece una réplica.

Sin necesidad de ir al pie del escrito supe de quién se trataba, una vox populi clónica que puede firmar cualquiera, llena de afirmaciones sin la más mínima argumentación, reflejos condicionados que siembran en alguna prensa, televisión, radio y cualquier medio donde crear opinión los guías del pensamiento español del orden establecido para que las mentes perezosas lo repitan sin mayor cuestionamiento. Ojalá no sea más que simple pereza. Pereza y no sueño, porque es bien sabido, como decía Goya, que el sueño de la razón crea monstruos. Ya empieza a planear alguno sobre nuestras cabezas.

Lo peor de Pablo Iglesias y de Podemos, los descamisados, es, a mi modo de ver, que han hecho cambiar en sus opositores el pensamiento por la soberbia, por la arrogancia. Ante la verdad cruda no saben argumentar lo opuesto y creen que con ordenar tienen suficiente. Quieren que sigan los tiempos en que el señor dictaba y los fieles asentían con golpes de pecho.

Los tiempos han cambiado gracias al 15-M, a la indignación, al movimiento contra los desahucios, a los movimientos por la dignidad, gracias a las mareas y también a la crisis, a la repulsa contra los políticos que no nos representan porque no tienen palabra ni honor, porque dicen y prometen uno y hacen y dan otro.

Hace cinco años campaban a sus anchas bajo palio y aplauso los Bárcenas, los directivos de Caja Madrid y otros Blesas, los Rajoys, los cobradores de sobresueldos, comisiones y sobres, los defraudadores, los futuros ministros de Economía y Hacienda que ni siquiera pagaban impuestos como el IVA por las obras en sus despachos, los jueces que condenaban a jueces que juzgaban a delincuentes y no a éstos, sobrecargados de trabajo pero con tiempo para decretar miles de desahucios al año a favor de los bancos y un largo etcétera. Mientras, los de siempre estaban encantados y hacían creer que los encantados éramos todos.

Cuando Podemos habla de vivienda, de comida, de sanidad, de educación para todos y, en especial, para la infancia, cuando habla de honradez, de cuentas limpias, de que contribuyan con sus impuestos los ricos como los pobres, de que paguen sus deudas los bancos y no los ciudadanos, de que el sistema expropia a los pobres, les quita el trabajo y el salario, la tierra y el ganado, la vivienda, el pequeño negocio y los echan a la calle, los ahorros y sus propiedades, contestan que Pablo Iglesias quiere implantar los regímenes de Cuba y Venezuela o que es de ETA (ya lo decían de Zapatero, de Rubalcaba. También decían que el juicio por el 11-M era fraudulento, un amaño, una conspiración para ganar las elecciones, que ellos tenían las pruebas. Después de años gobernando, todavía no han reabierto el caso para aclarar su verdad). Un modelo de rigor intelectual.

Vistas las razones y artimañas que aducen tan profundos pensadores, eludiendo con descaro el fondo de la cuestión, visto lo mal que les parece que se exija vivienda, comida, sanidad, educación para todos y, en especial, para la infancia o que se juzgue a los delincuentes financieros, a los corruptos de alto standing, etcétera, a muchos nos hace cuestionar qué tendrán de bueno las Cuba y Venezuela malas, porque las buenas, las nuestras y de la CIA, las Guantánamo y Abu Ghraib, ya las conocemos. Hablan, y repite Ricardo Luis Arias, de escapar dando suela antes de que lleguen los justicieros. Corran, entrenados como están en carreras con maletines cargados de billetes de 100 o 500. Lo malo es que aún no están satisfechos y vuelven. Vuelven a por más euros que sacar.

En honor a la verdad, hay que reconocer a Ricardo Luis Arias, de Aller, autor de la carta al director de LNE, que al menos eludió, no se sabe si consciente o inconscientemente, otro de los tópicos que le atribuyen, a falta de mejores argumentos, a Pablo Iglesias su protagonismo al frente de Podemos, al tiempo que alude a Felipe González, el mejor dirigente, insigne timonel al que su exacerbado narcisismo y megalomanía llevó, en su borrachera de poder, a fotografiarse, emulando a Franco, pilotando el timón del "Azor", yate del generalísimo, y no digamos de aquel otro figura fotografiado en Texas con los pies en lo alto de la mesa de Bush y la dignidad debajo del culo del americano.

¿Se recuerda? Sí, hombre, aquel que después de ser presidente se sienta en el consejo de administración de ilustres y millonarios asesores de oligopolios multinacionales de la electricidad, que nos achicharran. Ni Pablo Iglesias el bueno se sentó a la mesa de los ricos ni se sienta Pablo Iglesias el malo. La valía de Felipe González son las relaciones que el poder le propició y que debe a los votantes; su sabiduría es en enchufes y no en conocimientos energéticos. ¿Se acuerdan? Claro, hombre, claro, de aquel otro que tenía una ministra, Loyola de Palacio, que decía que había que destruir Irak para que nos bajase el precio de la gasolina, mientras el pueblo se desgañitaba desesperado clamando: no más sangre por petróleo.

Sin sus influencias, gracias al poder que se arrogaron, no el servicio que les confiaba el pueblo, su talento dormiría bien guardado en un cofre óseo, sin uso, de no haber llegado a presidentes y altos cargos políticos. Las multinacionales no se habrían fijado en ellos ni hubieran sabido de su existencia, a pesar de su deslumbrante eminencia intelectual, que no se les ha ocurrido poner al servicio de alguna altruista causa humanitaria.

¿Esperarán que les demos las gracias?

Se acabó el tiempo de la sumisión ciega. Toca pensar, tener criterio propio, ser críticos y no loros. El sueño de la razón planea sobre la sociedad.

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