Deconstrucción

17 de Agosto del 2014 - José Manuel López García (Gijón)

La significación y repercusión de la obra de Jacques Derrida es inmensa. Es un filósofo artista que ha revolucionado la forma de entender la escritura y el pensamiento. Se puede estar de acuerdo con sus planteamientos en parte o de modo total, pero en cualquier caso su estrategia crítica ha marcado época. La deconstrucción propiciada y ejecutada por Derrida es una metodología lingüística que destruye la univocidad del sentido y abre cada texto y cada concepto a infinitas reconstrucciones y reelaboraciones interpretativas en función de los aspectos históricos y de las acumulaciones de significados y diferencias. Consecuentemente, no se agota nunca el proceso de significación de un texto según Derrida. Si bien considero que la deconstrucción propuesta por este filósofo es útil y positiva, posee aspectos discutibles, ya que los grandes sistemas, si disponen de nexos sólidos conceptualmente, y no deben ser rechazados con el juego de la desestructuración o descomposición del lenguaje. Lo que no supone, desde mi perspectiva, que sea apropiado el tejer creativo de los juegos de lenguaje en la dinámica creativa de las ciencias sociales, y también de la filosofía. Porque la aparente coagulación del concepto no es tal, o al menos, es relativa, puesto que comentar, por ejemplo, las numerosas páginas muy abstractas de Hegel destruye y volatiliza la supuesta inmovilidad de lo ideal.

Que Derrida escriba «El porvenir sólo puede anticiparse bajo la forma del peligro absoluto» puede interpretarse de infinitas maneras, porque depende de lo que el propio pensador considerase respecto a los peligros de la civilización contemporánea, y a un sinfín de cuestiones más, explícitas e implícitas. Frente al predominio del lenguaje hablado, ya en la cultura griega considerado más adecuado para la expresión efectiva del pensamiento, es necesario darse cuenta del valor de la escritura en la exposición de las reflexiones e ideas de los sujetos pensantes. La función auxiliar de la memoria del lenguaje escrito ya afirmada por Platón posee un valor cada vez más esencial por su carácter de registro y permanencia, ante los cambios y la volatilidad del discurso hablado que, a mi juicio, no es superior al escrito, aunque nadie discute su utilidad y propiedades clarificadoras frente a la ambigüedad y la imprecisión.

Indudablemente, es verdad que la diferencia entre las palabras usadas en el lenguaje es la que establece la significación de un texto. En este sentido, Derrida examina los matices de lo diferente en relación con la significación del lenguaje, y con respecto a la polisemia. De todas formas, me parece que sí existe el sentido en lo textual, aunque puede variar si se piensa que los signos y los términos son algo histórico y, por tanto, una cosa es pensar que el sentido no existe y otra que es cambiante hasta cierto punto e interpretable. En lo que sí estoy de acuerdo es en la infinidad de lecturas interpretativas posibles de un escrito, ya que los factores subjetivos, sociales, históricos y culturales influyen en los planteamientos expositivos individuales. En relación con la aparente obviedad de la significación del lenguaje la deconstrucción si es minuciosa, creativa, original y coherente descubre nuevas significaciones que se apoyan en unos límites semánticos que se combinan entre sí, formando nuevas construcciones que revelan aspectos desconocidos que son sacados a la luz a través de nuevos discernimientos interpretativos.

En el ámbito de la política, el método de la deconstrucción quizá sea aplicable con un enfoque semántico diferente, y con la intención de buscar sentidos mejores, desde una perspectiva ética y universalista. Frente a las críticas al populismo la reacción más sensata es no presuponer lo que va a suceder en el futuro, porque la realidad es cambiante, y el ajuste a la misma es inevitable también en las decisiones políticas de todo tipo. Y lo que parece descabellado e incoherente puede que sea factible antes de lo que se piensa. Desde otra perspectiva, que puede calificarse de analítica, los vocablos políticos considero que deben ser objeto de pormenorizadas discusiones críticas para clarificarlos más, y de un modo más profundo y matizado.

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