Agradecimiento eterno
El pasado día 29 de julio, mi hermana, mi hermano y yo despedíamos a nuestra madre, Natalia de Miguel Prendes, la cual durante casi 47 años realizó su tarea docente en múltiples institutos de Educación Secundaria (antiguo Bachillerato) desde Algeciras hasta los presentes en nuestra comunidad autónoma como fueron el IES Carmen y Severo Ochoa, Monte Naranco (de estos dos fue directora) y, por último, hasta su obligada jubilación en octubre de 2010 -no deseaba retirarse, dado que la docencia era su vida- en el IES Alfonso II. Agradeciendo de antemano la maravillosa carta que su compañero de departamento de Geografía e Historia en ese centro don Adolfo Fernández Pérez le dedicó en este periódico el pasado sábado 2 de agosto, puedo decir que no tengo palabras ante las muestras de cariño que toda la gente ha mostrado hacia mi familia y hacia mí mismo. En uno de los días más tristes de mi vida, la comunidad educativa del Principado de Asturias, junto a amigos y familia, se volcó en darle a mi madre el adiós que ella merecía en la iglesia de la Corte, la cual, como indicaba el profesor Fernández, me temo que se quedó corta. Me emociono al pensar en los antiguos compañeros de mi madre desde el año 1996, los cuales, asimismo y en muchos casos, me dieron clase (o podrían decir, sin duda alguna, que "me sufrieron"). Lamento de corazón no haber podido ir uno por uno a darles las gracias, pero el volumen de gente me impresionó. No por ello olvido ni puedo sacar de mi mente las imágenes de ánimo y de tristeza. Porque es así. Despedimos a una madre, amiga, compañera, pero, sobre todo, docente -pido que, especialmente, sea recordada por su magisterio y por querer formar no sólo a estudiantes, también a personas-. Como le expliqué a Julio Vaquero Iglesias, a la par también compañero de departamento y otro de los apoyos en estos días tan tristes, hace cinco años exactos se nos fueron otras dos compañeras de ese mismo instituto, Águeda Martínez de Tejada y Mayte Olaizola. Me queda el consuelo de pensar que están las tres juntas en otro sitio mejor que éste. También junto a Santiago González Escudero, que asimismo nos dejó por esa misma época. Ahora me queda un vacío duro, eterno, me temo, por la pérdida de, como diría Delibes, "la mejor parte de mi persona". Por otra parte, me queda la alegría de una vida dedicada a la gente. Y aunque no los nombre aquí, quiero transmitir toda mi gratitud a la gente que ese día estuvo a nuestro lado. Mi madre se fue tranquila, en paz, sin sufrir. Y gracias a la gente su recuerdo permanece.
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