Enrabietado por Rodiles
Habiendo leído con atención la carta publicada en LA NUEVA ESPAÑA en la que nos hacía partícipes de sus tribulaciones playeras, le escribo ésta para manifestarle mi comprensión y mi solidaridad, pues tiene que ser muy duro estar un año sin visitar Villaviciosa para quien sabe lo que se pierde, como es el caso.
Por otra parte, no seré yo, desde luego, quien cuestione su convicción de ser uno de esos privilegiados que harían que el mundo fuera mejor si les escuchasen a ellos. Pero, quizá por aquello de que el mejor escribano echa un borrón, en el asunto que nos ocupa no pudo usted hacerlo peor.
Pues no contento con infligirse el horrible suplicio consistente en "la privación del placer de villaviciosear" durante un año, va y se embarca en una cruzada perdida de antemano, con lo que al final no le van a quedar más que dos opciones, a cual peor: la primera, la poca airosa de tragarse todo lo que lleva diciendo hasta la fecha y volver a visitarnos con el rabo entre las piernas; y la segunda y más digna, la de seguir mortificándose de por vida, erre que erre.
Opción ésta última que, a tenor de los imaginativos planteamientos expuestos en su carta, no parece la más adecuada para su paz interior, y perdóneme si me entrometo en su vida, pero considero que me autoriza a ello el hecho de que usted se haya permitido hacer lo propio con la nuestra.
(Reflexione: si un solo año de exilio autoimpuesto produce en usted semejante conmoción espiritual, prorrogar por un quinquenio, diez años o más la consabida dieta-martirio, le podría resultar catastrófico. Pero, en fin, usted verá).
Y consuélese, y hasta congratúlese, pensando, usted que, según da a entender, es tan caritativo y demás, en esos pensionistas de Villaviciosa que aborrecen la playa y que van a ser eximidos de emplear parte de su exigua paga (400+2 euros, ¿recuerda?) en costear los gastos que ocasionan otros.
Ah, y no se prive de seguir haciéndonos objeto de sus escritos, pues siempre y en todo lugar, pero mucho más en estos tiempos de penuria, cualquier cosa que proporcione a uno motivos de diversión es digna de agradecer.
Manifestándole, ya para terminar, que nos consideramos unos afortunados, por ser merecedores, aunque indignos, de su diligente interés, reciba un cordial saludo.
Andrés García Suardíaz
Villaviciosa
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