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Libertad y responsabilidad

17 de Agosto del 2014 - Justo Roldán (OVIEDO)

"Dar ejemplo no es la principal manera de influir sobre los demás, es la única manera"

( A. Einstein)

Que la libertad humana es un ministerio insoslayable, no cabe duda. Como tampoco el que sea éste un bien irrenunciable, que conlleva el que su uso vaya ligado a la responsabilidad que se derive de sus actos.

La responsabilidad es la consecuencia de un acto libre. Y de las consecuencias de tal acto se debe ser responsable y, por tanto, consecuente. Es decir: acatar los hechos que cada cual ocasiona con motivo de sus actos. Pues del uso -o mal uso- de la libertad (un mal uso sería el libertinaje) nace el "ejemplo". Y de los ejemplos -como bien dice Einstein-, la influencia sobre los demás (la familia, los hijos, la sociedad, etcétera). De ahí que el uso de la libertad entendida al modelo "roussoniano" no es más que un error del que la historia ha dado muestras, con la cruenta Revolución Francesa.

No se puede denominar progreso a lo que sólo es "un libre albedrío", donde sólo se encuentra como destinatario el ser individual (el ego). El progreso en libertad es la realización de actos que la razón y el sentido común, junto con el buen juicio y la inteligencia, van dando al ser humano y a la sociedad. Pautas de comportamiento que mejoran las anteriores. Todo aquello que vaya -aun en su nombre- "libre" de responsabilidades, de momento hay que ponerlo en una sana "cuarentena". Hemos de asumir las consecuencias de nuestros actos y más cuando éstos van contra la razón, el sentido común o la justicia y el respeto al prójimo en toda su dignidad.

Hay quien "justifica" sus actos en nombre del "yo libre". Y a posteriori, el resultado de sus actos ya no se carga en su haber, ni en su responsabilidad. Bien lo justifique como un "error humano" del que él no es responsable, sino la sociedad (Rousseau), bien lo considere como una falta de conocimiento de qué actos son buenos y cuáles malos, cuando esto ocurre, cuando se dice no saber discernir "lo malo de lo bueno", cuando se trata de relativizar estos dos conceptos antagónicos (bueno y malo), todos debemos hacernos una simple pregunta: ¿me gustaría que me hicieran a mí lo mismo que yo hago a los demás? La respuesta a esta única pregunta es definitoria. Y su respuesta, la que debe ser, los límites de la libertad y el comienzo de la responsabilidad.

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