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No pida perdón, diga lo que tiene

29 de Agosto del 2014 - José Antonio Gutiérrez González (Piedras Blancas)

Lo más preocupante no es que haya en España más aforados por metro cuadrado que en ningún otro lugar del mundo ni que tantos reclamen inmunidad para hacer lo que quieran. Lo peor de todo es la impunidad que transmite el comportamiento de muchos de los que tenían que ser irreprochables en su vida privada.

Jordi Pujol ha gobernado Cataluña durante 23 años y ha defraudado a la Hacienda pública durante 34. Él -dice ahora- quería regular la situación de la herencia paterna, pero no encontraba el momento oportuno. Vaya por Dios. Los dineros quedaron a disposición de su mujer e hijos; a su vez fueron gestionados por un amigo primeramente y por un hijo después. Asimismo ignoró las tres amnistías fiscales. Y todavía hoy, silencia la cuantía de la herencia, el nombre del amigo administrador y qué hijo es responsable de la gestión directa de esos fondos.

Asume Jordi Pujol todas las responsabilidades tributarias y judiciales y pide perdón a los ciudadanos. Pero él sabe que las democracias acreditadas no funcionan así. Que prometió o juró cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes, y no lo hizo. Que su actividad política por el contrario se instaló en una gran mentira.

Pedir perdón es una virtud siempre y cuando se haga en el momento que uno se da cuenta del error cometido. No a los 30 años después del fraude, como en este caso, y encima, entrando ya en el descaro por si el patrimonio existente resultara demasiado decrecido.

De los muchos pecados que puede cometer un político, el de robar vía impuestos es de los más despreciables. El que lo hace se ríe de todos convencido de que su dinero es diferente al del resto de los ciudadanos, a los que considera tontos útiles con los que hay que disimular cada cuatro años, antes de las elecciones.

Molestos y decepcionados. Estas dos simples palabras definen bien a las claras el sentir general, tanto de la clase política como de la ciudadanía, ante la confesión del antes "molt honorable" Jordi Pujol de que durante más de tres décadas tuvo cuentas sin declarar en paraísos fiscales. Dinero que permaneció en las alcantarillas financieras en lugar de tributar como es obligado de todo ciudadano. Ahora, lo que queda por ver es si saltarán a la palestra más implicados en la trama.

Si Jordi Pujol ha confesado parcialmente sus pillerías -posiblemente habrá alguna más- es porque la Policía Nacional y Aduanas, que son organismos estatales, le siguieron la pista, mientras que los Mossos d'Esquadra se tapaban ojos y oídos.

Parece que se está poniendo de moda pedir perdón y que no pase nada. La declaración del "no tan honorable" ha dejado a muchos catalanes consternados, y está claro que el daño que esto puede producir a Cataluña, incluso a España entera, es incalculable. Recuerdo aquellas celebraciones en el Hotel Majestic, cuando la gente enardecida gritaba: "Pujol, president" y "Ainxó es una dona". ¡Qué decepción!

Señor Pujol, no pida más perdón; haga público el inventario de la herencia, los legados y su procedencia, así como sus posiciones en el extranjero. Calcule la diferencia y deduzca los impuestos a pagar: ese será el montante que nos ha estado estafando a todos los españoles. Repatrie las posiciones e ingrese ese importe en las arcas públicas, amén del recargo y la multa correspondientes. Eso si no se descubren otros oscuros ingresos.

Siendo usted el más patriota de todos los catalanes, así como el inventor de aquella maledicencia del "España nos roba", ha quedado usted, señor Pujol, como el "caganet" del belén tradicional, con el culo al aire.

Para finalizar, decir que la política en nuestro país, con tantos casos de corrupción como tenemos, se ha convertido en una manera de gestionar los recursos públicos en beneficio propio y de sus allegados. La patria sigue siendo refugio de muchos canallas encumbrados. ¡Qué asco de país!

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