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Para leer la «Caritas in veritate»

10 de Agosto del 2009 - José Luis Lafuente Suárez (Oviedo)

Leo en la Tribuna de LNE (25/7/2009) un comentario de don Herminio Huerta sobre la recientemente publicada «Encíclica Caritas» in veritate de Benedicto XVI en el que a pesar de los comentarios pretendidamente elogiosos no pierde la oportunidad de referirse a manidos aspectos concretos que entiende criticables, de la Iglesia católica, si bien confundiendo, al identificarlas, actuaciones humanas dentro de ella con la realidad de aquélla como tal constituida por todos los que por la fe y el bautismo somos hijos de Dios (número 147 del catecismo).

Sobre ese punto de partida es preciso indicar que la(s) Encíclica(s) se dirigen no sólo a los fieles sino a «…todos los hombres de buena voluntad…» que deseen el bien común y se esfuercen por él (número 7), considerando que ante todo en las relaciones humanas ha de darse la justicia pero añadiendo ese «plus» que a los cristianos se nos exige, la caridad, que va más allá (número 6), dándose precisamente ese servicio a la caridad en la verdad (número 5) siguiendo la escuela de la Doctrina social de la Iglesia (DSI). De esa manera, Benedicto XVI enlazando con las precedentes Encíclicas Populorum progressio y Solicitudo rei sociales establece dos verdades (número 11): la primera, la Iglesia cuando actúa en la caridad tiende a promover el desarrollo integral del hombre, y la segunda, este concierne de forma unitaria a la totalidad de la persona humana en todas sus dimensiones.

Estamos hablando, pues, de una exhortación en primer lugar personal para la adecuación de nuestra conducta -la de cada uno de nosotros- a la satisfacción del bien común -recordemos el lema de Manos Unidas: ¡Cambia tu vida para cambiar el mundo!- y para ello llevando a cabo así acciones materiales -¿quién atiende a más necesitados que las instituciones de inspiración cristiana, desde la Cocina Económica hasta Cáritas pasando por la citada Manos Unidas-, pero también necesariamente proponiendo una reflexión sobre el hombre como tal, incidiendo en los deberes que los derechos presuponen, entendiéndolo a partir de la dignidad que le da el ser hijo de Dios puesto que «…si los derechos del hombre se fundamentan sólo en las deliberaciones de una asamblea, pueden ser cambiados en cualquier momento…» (número 43) -por cierto, ¿no les suena esto en relación con la Educación para la ciudadanía, EpC?-, en lo que constituye la ley natural, «…escrita en el corazón del hombre…» y que constituye «…la base de toda colaboración social constructiva…» (número 59), llamando a todos-cada uno en su responsabilidad, incluyendo los poderes públicos cuya referencia incluye a un «gobierno de globalización» (número 57) desde el clásico principio de la DSI de la subsidiariedad.

Recuerda, en fin, Benedicto XVI que no es misión de la Iglesia proponer modelos políticos, económicos…, pero sí ofrecer orientaciones, criterios de juicio, recordando la presencia de Dios en la esfera pública (número 56) concluyendo que para los cristianos «…es su amor el que nos da valor para trabajar y seguir en busca del bien de todos aun cuando no se realice inmediatamente…».

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