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Otra vez Valdés Salas

23 de Agosto del 2014 - Ramón Alonso Nieda (Arriondas)

De la mano de monseñor González Novalín, que visita Asturias cada año, vuelve también, como una familiar serpiente de verano, el inquisidor Valdés. Mucha suerte tuvo Valdés con su biógrafo, pues Novalín cede de buen grado al síndrome de hacer causa común con el investigado: la opinión nos maltrata a los dos y se decanta por Carranza, confía a Cuca Alonso en LNE del pasado 11. Hay algo de conmovedor en esta fidelidad de piñón fijo del autor a su biografiado: la obra, publicada en 1968, se reedita 40 años después sin que Novalín considerara oportuno añadir, suprimir o enmendar una sola página. No es la primera vez que Cuca Alonso le pone en bandeja la ocasión de matizar su juicio. En vano.

La biografía de Valdés se lee mejor que "El nombre de la rosa". Y desde luego con mayor provecho. Novalín combina con maestría el rigor histórico con la fluidez del relato, salpimentando el conjunto con giros y toques lexicales que singularizan el estilo: los beneficios eclesiásticos son indefectiblemente pingües, a no ser que sean ubérrimos, que debe de ser el superlativo canónico de pingüe. Pero que la retórica no nos distraiga de la lógica, de la sutil y poderosa estrategia exculpatoria en favor del personaje.

Que la Inquisición (la Suprema) sea un supremo horror, apenas se discute. Pocos asturianos, sin embargo, identificarían a Valdés como uno de los inquisidores más poderosos. ¿Y no uno de los más nefastos? En Salas están encantados con la colegiata y su mausoleo, que los pone en el mapa (tanto por lo menos como los "carajitos del profesor"). En Oviedo, para conmemorar en 1908 el tercer centenario de la fundación de la Universidad, el claustro se movilizó in extremis, con lo que la estatua del Inquisidor que hoy preside el hermoso patio llegó con retraso a las celebraciones. Poco se sabía entonces del fundador. Es mérito exclusivo de G. Novalín el haberlo rescatado pieza a pieza de la escombrera de la historia. Pero ocurre que la historia es suma y sigue de datos y opiniones. La opinión pertenece al ámbito de lo subjetivo; a partir de los datos, puede el lector formarse una opinión distinta y hasta contraria a la del autor.

Valdés acabó con Carranza, manteniéndolo en una prisión que las circunstancias iban a prolongar de por vida. Pero Carranza acabó también con Valdés, convirtiéndolo para la historia en un personaje de duras entrañas, escribe Novalín en hábil ebanista de taraceas conceptuales. El paralelismo (Valdés acabó con Carranza/Carranza acabó con Valdés) no debe ocultar que el sujeto real de ambos acabamientos no es otro que Valdés. No es Carranza quien convierte al inquisidor en un personaje de duras entrañas, sino que el ensañamiento inquisitorial con Carranza pone de manifiesto para la historia hasta qué punto Valdés era un personaje sin entrañas. No será servidor quien le quite la razón a Carmen Gómez Ojea: mejor se hubiera quedado en Salas guardando cerdos. Aunque a Salas le quedaran sólo los carajitos.

Ramón Alonso Nieda, profesor de Filosofía

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