Padre o amigo
Comencé a ser padre una tarde soleada de enero cuando abriste tus ojos y miraste sin ver moviendo tus bracitos sin saber.
Te di biberones comprobando la temperatura una y otra vez, te cambié pañales y te observaba mientras dormías, te apoyaste en mi mano cuando comenzaste a caminar, te saqué mil fotos y en muchas, a lo largo del tiempo, salí yo.
Fui, también, tu “dictador”, aquél al que odiaste mil y un días. Te marqué el tiempo de entrar y salir, orientaba tu forma de comer y vestir, corregía cada palabra malsonante y a unos “sí” seguían muchos “no”.
Confieso que llegué a odiar alguno de tus novios, pero lo que sí te aseguro es que no renuncio ni renunciaré a ser tu padre desde aquella tarde soleada de enero en la que abriste los ojos y me miraste sin ver.
A mi hija Paula y a todos los padres.
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