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Los nuevos conquistadores españoles

28 de Agosto del 2014 - Manuel José García Rodríguez (Oviedo)

Mi prima Raquel García Noriega, recién licenciada en Medicina, está pasando tres meses de voluntariado en Perú. Para ser más concretos, en un pueblo muy cerca de Cajamarca, famosa ciudad inca por ser donde, en 1532, Franciso Pizarro se encontró con el emperador inca Atahualpa, con infausto desenlace.

Raquel ha abandonado su querida Gijón para ayudar a los más desfavorecidos. Sin más reconocimiento que la admiración privada que le brindan sus familiares y amigos, y sin más patrocinio que los dineros de sus padres. Una labor humanitaria, silente y llena de altruismo que es posible, en este caso, gracias al instituto religioso de las Hijas de María Madre de la Iglesia, donde está acogida Raquel. Me conmueve todo el trabajo sanitario y educativo que realizan fuera de los focos y cámaras de TV. El único objetivo que tienen es el progreso de la comunidad en la que conviven. Parte de los españoles critican a estas organizaciones meramente por profesar un credo religioso. Mientras unos en tierras remotas limpian pústulas, enseñan a leer o simplemente dan un sentido abrazo para consolar, otros desde sus confortables casas donan alguna pequeña cantidad a una ONG por el anuncio de TV que acaban de ver y, tras su gran acción altruista, se atreven a criticar a los primeros.

Hay similitudes entre Raquel y Pizarro. Noriega y Pizarro son apellidos de origen extremeño. Ambos dejaron su cómodo entorno por un futuro incierto. Ambos siguieron su propio camino fuera de los convencionalismos de sus respectivas épocas. Él conquistó el Imperio inca y ella está conquistando el corazón de sus gentes sin más armas que su bondad, su cariño y sus conocimientos médicos.

Pizarro capturó a Atahualpa y éste le ofreció llenar una habitación, dos veces de plata y una de oro. Se considera el rescate más alto de la historia, equivalente a unos 500.000 millones de euros. A pesar de haber pagado, Pizarro, convencido por sus capitanes y movido por la razón de Estado, urdió un juicio falso y ejecutó al inca. Los cronistas escribieron que ese día dos hombres lloraron: Atahualpa por su vida y Pizarro porque sabía que mataba a un inocente.

Permítanme soñar que cinco siglos después de la conquista de Pizarro, un descendiente está cuidando de los herederos de aquel desdichado Atahualpa. Enseñando, aprendiendo, riendo, en fin, compartiendo la vida.

Lo que sí es seguro es que Raquel se traerá de vuelta el tesoro que no consiguió Pizarro. No es oro ni plata, eso que ciega al hombre y que sigue tan vigente como antes. No, es algo inmaterial, intangible, que te permitirá vivir feliz y en armonía el resto de tu vida, valorando lo que tienes y también lo que no necesitas.

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