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Alvarez-Cascos, en el exilio mejicano

8 de Diciembre del 2008 - Isidro Martínez Oblanca

Quise dejar pasar la asamblea de la Peña Popular para escribir este artículo, no fuera a ser que sacar a la palestra al innombrable en vísperas de tan señalado acontecimiento se pudiera considerar una cobarde traición según doctrina Cospedal y amargara la dulce fiesta de las derrotas cuatro consecutivas en Asturias, dos en España a los líderes Mariano Rajoy y Ovidio Sánchez.

Pero algo tenía que decir en el silencioso pantanal de la actualidad asturiana sobre la discreta noticia del nombramiento de Álvarez-Cascos como presidente en España de la multinacional mejicana Softtek, dedicada a los servicios informáticos avanzados y con presencia ya en otros catorce países del mundo entero.

No hay que ser un lince para sacar dos rápidas y rotundas conclusiones. La primera es que Álvarez-Cascos no está, al revés que la mayoría de ex ministros y ex vicepresidentes de los diferentes gobiernos democráticos que hemos tenido, en las presidencias o en los consejos de las grandes empresas españolas del ramo de sus pasadas responsabilidades políticas. Es más, se puede afirmar tajantemente que no es personaje afecto a los empresarios galácticos, sacyricos, acciónicos, delpínicos y demás comensales de la gran tarta oligárquica de las obras públicas que reparte con metodología del tiki-taka y muy poco respeto a la competencia, cuando no a la libre concurrencia, el Gobierno de Zapatero.

Y esto es otro timbre de prestigio que adorna la etapa profesional de Álvarez-Cascos, después de 25 años ininterrumpidos en cargos públicos, lo cual, si pudiera generalizarse a todos los ex, supondría un viento limpio y esperanzador que, por desgracia, no respiramos los ciudadanos, más bien hartos de los chopes, prebendas y sinecuras que jalonan brillantes en los currículum vitae de un elevado número de altos cargos y consejeros mega retribuidos de grandes bancos, cajas y empresas asentadas en sectores estratégicos.

Desconozco si la razón por la que no está es porque no quiere o porque no se lo han propuesto. Conociendo un poco a Álvarez-Cascos, podría ser que por las dos al mismo tiempo. Lo cierto es que no está y eso seguramente no le facilita la vida, pero le honra. Y, sobre todo, nos honra a sus amigos. También habrá colmado de felicidad y dicha a los socios (y socias) de la Peña Popular de Asturias, que sufren pesadillas cada vez que oyen hablar de la necesidad de la vuelta de Cascos a tomar las riendas de lo que tiene que volver a ser un partido abierto de militantes y no una cofradía cerrada de asalariados con cargos públicos y plaza eterna en la oposición. Oír, lo que es oír, lo van a seguir oyendo cada vez que salgan a la calle, porque es un clamor. Pero viendo a Álvarez-Cascos por México, les resbalará con mayor indiferencia y despreocupación.

La segunda razón es que México siempre tuvo una especial sensibilidad para acoger a los exiliados españoles. No digo a los emigrantes asturianos, porque ésta es una cualidad que adorna a todos los países iberoamericanos, sino a los exiliados porque en este terreno la tradición mexicana es una seña de identidad más exclusiva. Es decir, a aquellas personas que por razones políticas tuvieron que salir de España, perseguidas por la dictadura franquista en el siglo pasado, o perseguidas por el sectarismo gubernamental en el presente.

Si uno hoy es socialista pero no es del sector de Zapatero y Pepiño, lo tiene muy crudo para vivir y hasta para respirar. Si uno no es socialista y, además, no le hace la pelota a Zapatero, lo tiene imposible. Vean si no a los potentes promotores inmobiliarios españoles nombrando a Pedro Pérez para presidirlos y salvarlos de la crisis, a las grandes constructoras nombrando a Taguas, ex director de la Oficina Económica de Zapatero, para monopolizar las adjudicaciones de obras públicas, o a las pequeñas constructoras nombrando a Cosculluela para presidirlas por si de esta guisa reciben alguna limosna del caritativo Zapatero. ¡Qué tristeza de país nos está dejando el talante de Zapatero! ¡Qué fraude a troche y moche!

En México parece que quieren hacer bien las cosas y vienen a España con la caña de pescar para recuperar lo que aquí despreciamos y rechazamos. México, así, vuelve a unir los destinos de Álvarez-Cascos con los de otro asturiano de la diáspora: Rafael Fernández, exiliado en México tras la Guerra Civil, y presidente que fue del Consejo Regional de Asturias en la etapa preautonómica. Entre ambos siempre hubo una química especial, y nunca se recataron para elogiarse mutuamente. Ahora tienen algo más en común: el vínculo mexicano. Recordar la trayectoria política de los dos en los tiempos que corren es escribir contracorriente. Pero guardar silencio para que no te persiga y te acuse de crispador la nueva Gestapo del stablishment zapaterista es un crimen de lesa patria.

Rafael Fernández, Francisco Álvarez-Cascos y México son excelentes referencias para tomar la medida de la España de hoy. Somos cada vez más los que pensamos así.

Isidro Martínez Oblanca,

ex senador por Asturias (Partido Popular)

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