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Nuevos emigrantes

29 de Agosto del 2014 - Isabel Fernández Bernaldo de Quirós (Madrid)

Son Las 5 de la madrugada. El joven matrimonio parte con sus dos pequeños hijos y un equipaje cargado de emociones hacia el aeropuerto. El abrazo previo con sus padres y hermanos es un lazo atado con nudo marinero. Todos contienen las lágrimas, a los niños se les cuenta un cuento, y una espera en la esperanza sostiene al resto.

Siguen tañendo las campanas hoy, aquéllas que un día comenzaron escuchar nuestros oídos como roncos sonidos de llanto y que parecían proceder de lugares muy lejanos aunque sus espadañas se encontraran entre nosotros. Sonidos de múltiples engaños que intentaban amortiguar los verdaderos gritos de las gentes víctimas del mortífero virus del desempleo; desahuciadas de sus trabajos, de su dignidad y de sus hogares. Su indeseada propagación se extendió más rápido de lo previsto ¿o quizás no? y liquidó en poco tiempo a toda una población activa sin diferenciar profesiones ni edades.

Las familias fueron asumiendo lo inasumible, las organizaciones solidarias también. ¿Y mientras tanto? Los políticos, politiquillos y adláteres a los suyo, anteayer, ayer y hoy también: "Todo va mejor, ya estamos en el camino de la recuperación". Está claro que cuando esto dicen se refieren a sus economías, a sus hogares. A sus oscuros negocios. A la fuga de capitales. A sus sociedades que cuentan con el favor del fisco, contribuyendo con mínimas cantidades al bien común de una población necesitada más que nunca de su desorbitados capitales.

Y al tiempo que las campanas comenzaron a incrementar su triste tañido también lo hicieron las campañas de concienciación sobre las bondades de la emigración, que como señuelos hacían llegar a todos los hogares mostrando lo bien que les iba a los españolitos repartidos por el mundo en sus trabajos y vidas. Posiblemente les costara encontrar voluntarios en todos aquéllos, que supongo mayoría, fracasaron en sus intentos de lograr El Dorado, esa idílica, lujosa y soñada vida.

"Señores, el paro ha descendido". Y tienen razón quienes con tanta seriedad lo anuncian. Se fueron muchos de los inmigrantes; nuestros jóvenes universitarios que finalizan sus estudios transitan por oscuros abismos de un vacío desolador; y aquéllos que a sus espaldas llevaban años de experiencia en sus trabajos se van asentando en ese mapamundi en los que sus gobernantes están encantados de recibir porque no se han gastado ni una de sus monedas en su formación. Y directamente, van a producir.

Hoy, la angustia que reina en los hogares de nuestro país se ha incrementado con el llanto de las despedidas. Vergüenza para todos aquéllos que quieren convencer a su población de las bondades de ser tierra de emigrantes. Porque es la mediocridad y la pobreza la que le da tan "honorable título".

Las campanas tañen, ensordecedoras, a duelo. Las espadañas se encuentran sobre nuestros tejados.

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