Exterminios

29 de Agosto del 2014 - Carlos Muñiz Cueto (Gijón)

¿Cómo tomar partido por uno u otro exterminio? Sólo puedo tomar partido por los actos que siembren el bien. Menuda cruz sería tomar partido por la soflama, para después tener que pedir disculpas por haber ofendido la mano de la que me interesa comer. ¿Cómo tomar partido por la barbarie, sea de uno u otro lado, si no se analiza la Historia: no sólo la de los últimos ochenta o cien años, sino la que ilumina los vericuetos de la Humanidad y sus mecanismos de conducta salvaje a lo largo de ella? ¿Cómo conseguir la unidad entre todos y sentir desapego por cualquier gloria que no sea la consecución de lo razonable o de la libertad del otro? ¿Cómo tomar partido por el odio o el desprecio sin un dialogo, sin una argumentación, sin un porqué frente a lo absurdo? ¿Cómo tomar partido por quien no respeta el yo del otro y la libertad de ser del tú, y hacerlo sin establecer discriminación alguna entre hombre y mujer? ¿Cómo tomar partido por quien no respeta el yo en relación con el ello, sea cual sea el ello? ¿Cómo puedo tomar partido y repudiar a una de las partes si no creo en ninguno de sus ellos, o aun creyendo en ellos? No pensaba escribir, pero son tantas las desasosegadas opiniones vertidas, que siento la obligación de desasosegarme con los hechos y su proyección historiográfica y, sobre todo, de recordar a Martín Buber.

En 1947 la ONU reconoció como Estado a Israel y al día siguiente siete judíos fueron asesinados. La ONU, con su decisión, reconocía el derecho a volver a la tierra (de la que habían sido expulsados por Roma) a un pueblo constantemente perseguido y expulsado de todas partes. Pero que había logrado establecerse en la tierra prometida de Israel tras pasar por el cautiverio en Egipto (1500 a.C.) y de volver tras el de Babilonia (500 a.C.). Luego, tras la masacre del nazismo y el alto precio pagado por ese pueblo, incluso con sefardíes hablando el español antiguo, porque también de España fueron expulsados, a ese pueblo la ONU le reconoce el derecho a un territorio y a un Estado (en lo que es y era Israel) en medio de lo que los romanos habían bautizado, abarcando a otros pueblos, como Palestina. (En el Parlamento del Estado democrático de Israel, hay gentes de distintas culturas y razas representando la unidad y el diálogo). En 1948, todas las naciones árabes que rodeaban al recién reconocido Estado de Israel por la ONU le declaran la guerra a muerte en busca de su exterminio. Desde entonces: tregua tras tregua y masacre tras masacre, es una sinrazón absurda: se ha convertido a Israel en militarista: o vence o la exterminan. Jordania y Egipto firman la paz y reconocen a Israel; otros, junto a organizaciones terroristas, no lo hacen. Jordania hubo de pagar un alto precio por la paz, que consiguió expulsando a los proclives al terror, declarándoles la guerra; Líbano no tuvo tanta suerte.

Hoy la yihad islámica quiere establecer un Estado Islámico en la zona. Para eso necesita yihadistas, cada víctima que ocasiona Israel, cada foto de niño palestino muerto es semilla de yihadistas para su causa. Una causa que busca el establecimiento del Estado Islámico radical con todo lo que significa de vuelta a la Edad Media, sobre todo para la libertad y la vida de las mujeres, buscándolo están en guerra en Siria, Irak y Gaza; y también en otros lugares más lejanos. Hoy son lanzados cohetes desde puntos estratégicos mediante mandos a distancia que, con inmediatez, son detectados, localizado el punto de partida y respondidos por las robotizadas defensas israelíes. La barbarie del odio, el suicidio o el sacrificio de los hijos no es problema alguno. ¿Habrá sido exterminado el diálogo? ¿Cómo olvidar la fecha, 11-01-2001, en la que algunos brindaron por su éxito? No, esto no terminará fácil y pronto, no podemos olvidar a Buber, al menos en las sociedades y pueblos que nos escandalizamos con los hechos. Pues, frente a la barbarie, no caben dudas, ni intereses, ni soflamas, sólo Historia.

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