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La columna de Antonio Rico

31 de Agosto del 2014 - Enrique Rodríguez García (Oviedo)

Estoy de acuerdo en casi todo lo que dice Antonio Rico; es más: hasta ahora no había encontrado en sus escritos (reconozco que no los leo todos) nada con lo que no estuviera de acuerdo (al menos, en un tanto por ciento muy alto). Pero el domingo 17 hubo una frase que me chirrió (usando sus propias palabras).

Soy católico, apostólico y romano, y yo también pienso como él que el nuestro es un Estado aconfesional y que no tendría por qué haber programas cristianos en la televisión pública.

Supongo que, desde una vocación de servicio público, se programan espacios católicos y de otras religiones (estoy pensando en "Shalom", de contenido judío). ¿Que podrían ser de todas? Sería muy difícil poner un límite, teniendo en cuenta la proliferación como setas de las religiones. ¿Que podría no ser ninguna? A mí, personalmente, también me valdría, pero pienso que hay muchas personas (ingresadas en hospitales, impedidas o con grandes dificultades para moverse) que quisieran participar de la celebración de la eucaristía y no en todos los sitios se tiene acceso a 13 TV (pongo un ejemplo, no hago una lista exhaustiva).

Todo eso podría comentarse y, estando en lo fundamental de acuerdo con Antonio, tampoco quiero arrogarme el papel de la Defensora del Espectador del Ente Público, ni del programador que pone esos espacios, y que tendrán sus propias razones.

Lo que me molestó fue su frase "a un grupo ideológico-religioso, ¿no es ya un privilegio suficiente como para que el Estado se libere de la necesidad de atender en su propia televisión de las nece(si)dades espiritistas de los creyentes en esos dioses)?".

Por si lee esta carta, sepa que si alguna vez entra en una iglesia a la hora de la misa, puede que saque la impresión de que el sacerdote es una especie de médium que representa un papel para que el pueblo salga convencido de que se le apareció Jesucristo, pero le puedo asegurar que no es ésa la finalidad de la eucaristía, ni la intención del cura (¿alguna vez se ha preguntado de dónde viene esa palabra?), ni la impresión de la asamblea. Sé positivamente que acude gente a las iglesias con un CI superior a 160, pero la fe, para la que, por supuesto, también hay que aportar razones, se siente sobre todo en el corazón. Alguno hay tan progresista que nuestras propuestas ni siquiera figuran en los programas de los partidos políticos, que nos tachan de locos. Y aunque la Trinidad sea un misterio, creemos en un solo Dios (el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob).

Nada más lejos de mi intención que hacer proselitismo, o compadecerme de usted; seguramente sea culpa nuestra (de quienes estamos a su alrededor) el que no haya tenido la experiencia de un encuentro cara a cara con Jesús, pero ni somos necios (al menos, no por eso), ni espiritistas (la misa no es una especie de güija, aunque lo parezca), ni politeístas.

Me gustaría ver la próxima vez en sus palabras algo más de respeto hacia las personas, sean del palo que sean (más del que noté en esta columna). Un sincero abrazo.

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