Princesa, una superviviente
Ojos grandes, despiertos y vivarachos. La dejaron a bordo de una lancha para cruzar el Estrecho. La rescataron en aguas españolas. Nadie sabe su nombre. Ni de dónde es ni quiénes son sus padres, ni cómo ha llegado sola. Es la imagen de la inocencia y la ternura. La infancia más frágil, más noble. Una inmensa alegría en medio de un drama humano.
Estos días han enfilado hacia España cientos y cientos de inmigrantes. Con miedo pero también con la satisfacción de llegar y concluir una travesía a veces de miles de kilómetros, de miseria, de infiernos humanos. Otra vida empieza ahora. No muchísimo mejor, posiblemente, pero tampoco peor. Una oleada como no se recordaba.
La han llamado Princesa y, sí, es una princesita, con historia, con vida, con presente y futuro, aunque nadie sabe cómo será éste. Pateras de juguete, pateras de vida y muerte. Decenas de niños y niños nacen, viven y malviven a las puertas de Europa mientras los mayores esperan el momento para ser aprovechado. Pateras que son lanchas de plástico para ocho o diez personas. Muchas de ellas no saldrían a un tiempo si la Gendarmería marroquí no lo permitiese. Y desconocemos las que no llegan.
Casi mil personas llegaron en un solo día a territorio europeo. A España. Ya no son cayucos, pero éstos volverán algún día. Seguro. Miles y miles de subsaharianos anhelan y sueñan con la ocasión. Acechan, esperan y pagan a las mafias por una oportunidad. Aquí no regalan nada. Pero cualquier modo de vida será mejor que el que dejan atrás, a miles de kilómetros.
La Europa rica, que lo es, comparada con lo que estos seres humanos dejan, tiene que dar una respuesta que, de hecho, se les está negando. Una respuesta frente al drama, frente a la miseria y también frente a la delincuencia de las mafias y la permisividad de ciertos países.
Princesa ha tenido suerte. Ha sobrevivido al Estrecho. Al primer día, al segundo, apenas cuatro lágrimas, como ha relatado una de sus cuidadoras, que se desviven, en su voluntariado, por ella. Princesa es el último exponente del drama de la inmigración clandestina. Vive de milagro. el milagro de una vida que, para ella, ha empezado a ser delicada desde el primer momento.
A su llegada a España, la Administración autonómica, en vez de internarla en un centro, optó por buscarle un hogar de acogida para favorecer su bienestar. Sea, pues, para tu felicidad, Princesa.
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