La forma y el fondo
Veo en la televisión pública un programa en el que aparecen imágenes de informativos de hace muchos años. En esas imágenes, blanco y negro riguroso, como aún correspondía a los finales de los setenta o primeros ochenta, un reportero entrevista a transeúntes con motivo de alguna noticia. Me sorprendo al ver lo bien que habla la gente; correcto uso del vocabulario, aceptable síntesis, claridad de conceptos
Me pregunto si antes se hablaba mejor que ahora. La respuesta es un no rotundo si al general de los mortales hispanos nos referimos. Pero sí era, a todas luces, mejor la edición o montaje que se hacía de aquellas encuestas callejeras. Sospecho que en la mesa de edición se tomaban la molestia de escoger a quienes por sus modos o reflexiones concretas podían ampliar en algo la noticia en cuestión, incluso imagino que el reportero poseía cierto talento para elegir y consultar a los ciudadanos.
Hoy nada de eso se hace, se cosecha al azar y sobre el terreno se vuelca un vómito del todo vale en una secuencia de aportaciones irrelevantes en la mayoría de los casos. A falta de demanda, los correctores de la corrección son otra víctima más del recorte presupuestario, me temo. Vivimos la era de la ordinariez, y los medios informativos son colaboradores necesarios. La excelencia está mal vista, pásmense, se la considera, todo lo más, un aparatoso ornamento prescindible, como el velo de un traje de novia.
Pero yo no me rindo y reivindico mi derecho a ofenderme ante tanta vulgaridad. El cerdo aspira a la felicidad del cerdo, decía Stuart Mill, que no era delantero centro, me parece.
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