Virus
Hay muchas clases de virus epidémicos, algunos verdaderamente malos, contagiosos y letales, como el ébola, que en África está causando una gran mortandad. Siempre en el continente africano -en este caso Nigeria, Liberia y Sierra Leona- caen todos los males y calamidades, además de hambre y la miseria de tanta vigencia allí. A esto hemos de añadir las guerras de etnias, tiranías y opresión, que es la herencia que han dejado los países colonizadores, que allí se enriquecieron y hoy pasan de tanta desgracia, hambruna y miseria. Estos países, hoy, ricos y poderosos, no pueden, no quieren ayudar a los sufridos y expoliados países africanos, porque el virus del poder, la riqueza y la ambición les ciega por completo. Ellos son los culpables, hoy, de esa dolorosa inmigración.
Y de África nos ha venido, recientemente, ese virus letal ébola, en la persona de un misionero español, uno de tantos, que, en ese llamado Tercer Mundo -un mudo olvidado por esos países ricos y poderosos-, lo dan todo, hasta la propia vida, para remediar hambres, enfermedades, miseria y cuanto sufren y padecen sus pobres y angustiadas gentes. Y su vida ha dado el padre Miguel Pajares en un hospital de Madrid. Por cierto, que cuando fue traído aquí hubo destacadas figuras políticas que se opusieron y hasta se indignaron públicamente. Lamentable. Nada, que en Celtiberia está politizado hasta el aire que respiramos. Y esta pregunta, obligada: ¿esa oposición habría sido igual si en vez de un misionero se hubiera tratado de una persona atea, agnóstica o de una ideología extremista de izquierdas? Siempre la puñetera política, cuando su ideología es radical y extremista, escoñándolo todo en este carpetovetónico país, al que así le van las cosas. De culo, en todos los sentidos, especialmente en lo que a su paz social y convivencia se refiere. No tenemos remedio. Somos todos unos irresponsables.
Creencias e ideologías aparte, diremos que aquí también hay un virus epidémico, como lo es el de la corrupción, que afecta principalmente a la clase política. Sus casos más graves son "Gürtel" en Valencia y los ERE en Andalucía. Y estos, como todos los demás, sí tienen cura y remedio: Juzgado, banquillo, sentencia y a la trena. Y que allí cumplan su pena, con devolución de todas las perras.
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