El fado de Amália Rodrigues, "foi Deus"
El 8 de julio del año 2001, en una ceremonia tan solemne como popular encabezada por el presidente de la República, tras un cortejo seguido por muchos miles de personas a lo largo del centro de Lisboa, se trasladaron desde el cementerio Dos Prazeres de Lisboa al Panteón Nacional de Portugal los restos mortales de aquella gran cantante de fados conocida en el mundo entero y enormemente apreciada en su país, Amália Rodrigues.
"Foi Deus": "Fue Dios quien dio luz a los ojos, / perfumó las rosas, / dio oro al sol y plata a la luna llena / ( ... ) y a mí me dio esta voz". Así cantaba en uno de sus fados más conocidos, que, junto con "Estranha forma de vida", "Pavo que lavas no río", "Primavera" o "Maldição", forma parte del fascinante repertorio que la acompañó toda su vida a los aplaudidos escenarios del mundo entero. Y que continúa haciendo las delicias de la sensibilidad de tantas personas que, por fortuna, pueden escuchar sus grabaciones. Amália Rodrigues fue una artista excepcional, con más de cincuenta años de brillante carrera musical, que la llevó a ser muy querida no sólo entre los portugueses, pues "su nombre se convirtió en un trazo de unión entre una multitud de admiradores de diversos y alejados países, desde los EE UU al Japón, de Marruecos al Brasil, de Francia a Israel, del Líbano a Rusia", dice la resolución de la República número 80/2000, en la que se le concede este honor para perpetuar su memoria.
Amália era una magnífica cantante, muy valorada artista y una gran mujer que, además de merecerse reposar perennemente entre los personajes históricos más relevantes de su país, supo dejar bien claro que al fondo de su valer se sentía una criatura agradecida a Dios, quien, al fin y al cabo, es la primera causa de ese arte imperecedero de la música. Arte delicioso en esta forma llamada fado, estupendo en cualquiera de sus múltiples y tan variadas manifestaciones que sirven para mover el corazón y ensanchar la sensibilidad y el espíritu de los hombres.
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