Un taxista de Oviedo ofendido
En relación a un artículo publicado en su diario con fecha 18 de agosto del corriente, desearía hacer (como parte interesada) algunas puntualizaciones respecto al transporte al nuevo HUCA. Una vez más, en este caso un jubilado de grado, se permite licencias verbales. Y desde un total desconocimiento de lo que trata, miente e insulta sin ningún respeto ni consideración hacia unos probados profesionales.
Usted, señor jubilado, miente a sabiendas y, lo que es peor, trata de difamar. Si a la ignorancia añadimos la mentira se consuma la infamia. Por encima de consideraciones partidistas y personales, está el obligado cumplimiento de la ley. En el caso que nos ocupa, los taxistas sólo deseamos y queremos que dicha ley se desarrolle y aplique en toda su amplitud. A poco que se esfuerce llegará a comprender que nosotros no tenemos responsabilidad en el tema de las pensiones de los jubilados y mucho menos en el importe de sus cuantías. Su reclamación debe cursarla por otras vías.
Usted, señor jubilado, insulta y emite juicios de valor sin contrastar ni verificar, por ello, mi concepto del respeto hacia su persona sufre gran merma. Si es capaz de hacer la reflexión de por qué el Ayuntamiento de Oviedo se posiciona con nuestros planteamientos, igual llega a la conclusión de que alguna razón nos asiste.
Se me ocultan las verdaderas intenciones que subyacen en su insidioso y malintencionado escrito: si está satisfecho con el servicio de Alsa, no sé a cuento de qué vienen sus diatribas y alegatos contra el sector del taxi y el Ayuntamiento de Oviedo, y, por si fuera poco, tratando de influir en la intención de voto de los ciudadanos.
La decisión de no utilizar el servicio de taxi únicamente le privará de comprobar las excelencias del mismo. Calidad que el usuario de Oviedo valora y nos corresponde con su confianza y fidelidad (que agradecemos) y que en muchos casos va más allá de la relación comercial.
Señor jubilado, ya que parece que acude con cierta frecuencia al nuevo HUCA, hágase un favor: ¡míreselo! Su indigencia mental puede acarrearle consecuencias desastrosas para su salud.
No le saludo ni atenta ni afectuosamente porque, a mi entender, no se lo merece. De verdad quisiera mostrarle mis respetos, pero se me hace muy difícil si no recibo lo mismo.
José María Rodríguez Baragaño
Oviedo
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