Humanoides

25 de Agosto del 2014 - Antonio Valle Suárez, "Cosco" (Figueras (Castropol))

Parece que hoy día, siglo XXI, y desde hace un tiempo, el hombre prefiere malvivir en la ciudad que subsistir decentemente en la zona rural. ¿Qué porqué lo digo?: pues porque no hace falta observar ni estudiar en demasiada profundidad al humanoide en cuestión para darnos cuenta ya que, de año en año, con motivo de mis visitas a ciudades, sobre todo a las grandes urbes como Madrid, Barcelona, se puede observar el deterioro cada vez mas generalizado en el vestir, en la alegría a la hora de comprar las viandas diarias o, mas todavía, en el comportamiento de asueto por bares, restaurantes y otros lugares de ocio donde la alegría brilla por su ausencia. Esta realidad nos exige cada días mas y mas dinero para poder asistir al palo.

El que tiene la gran suerte de no estar dentro de esas demoníacas cifras de paro obligado cobra, dentro de una clase medio-baja que cada vez se agranda mas, entre 650 o 1.200/mes. Pues bien, pague Vd.de ahí: la luz, el agua, el ibi o la renta, el Ocaso (para que le entierren gratis mañana) y si acaso tiene coche, para que decir mas. Meditando sobre todo lo dicho ves que, irremediablemente, te tienes que convertir en un malabarista para poder llegar a fin de mes.

No digamos nada si nos encontramos en el paro o, peor todavía, con el mismo agotado y solo percibiendo, si tenemos suerte, alguna prestación social de 400 o ayuda, a fondo perdido, de padres o abuelos.

El lado opuesto del escenario un pueblo o aldea de cualquier zona rural de una provincia al azar, pudiendo escoger alguna cercana a núcleos importantes de población. Allí, generalmente, abundan casas deshabitadas mas de lo deseado, en estado aceptable para vivir, y de las que difícilmente te desahuciarán. Quizás puedas tener y disfrutar de un pequeño huerto, cercano a la morada donde se pueden cultivar toda clase de hortalizas que te ayuden a tener cerrado el monedero por mas tiempo, a la par que consumes los productos mas sanos y sabrosos. Si acaso un máximo de 8 gallinas, parece que la normativa impide tener mas. Un gorrino para carne, que te dará tocino y chorizos pata negra. Pues bien, dedicándote unas dos horas diarias a estos menesteres, aparte de mantenerte en forma, destierras el fantasma de la necesidad, el colesterol, observas la flora y la fauna y, lo mas importante, cambias impresiones y te relacionas con toda la gente que te rodea que, aunque no sea mucha, si sabe mucho de la vida y, sin duda, nos ayudará a enriquecernos física y mentalmente. Digo física, porque aquí el aire suele ser puro y las personas que aquí habitan se diferencian un montón de nuestros hermanos de las urbes pues, entre otras cosas, su piel es tersa y bronceada. Me explicaré claramente:

-El humanoide de la ciudad, en un altísimo porcentaje, solo conoce algo a sus vecinos, un poco mas al jefe y compañeros de trabajo y poco mas. (Claro que hay casos en que conoce a los clientes). Con el resto de la gente, ni tiene necesidad de saludar ni de conocer a nadie mas. Pasa mucho frío en invierno porque calentarse, sin duda, también, cada día cuesta mas. Este mismo ser cree, en un alto porcentaje, que las personas de los pueblos son menos capacitados, mas paletos y están a un nivel general inferior.

-Por el contrario el humanoide rural, en un altísimo porcentaje, conoce, trata, da los buenos días y se relaciona con la inmensa mayoría de todos sus vecinos: con el panadero, con el de la tienda del pueblo, con el del bar, con el cartero, con el carnicero, con los albañiles que están haciendo alguna reparación, con las gentes que llegan (a las que observa y mira de reojo para procurar conocerlas cuanto antes, lo vaya a ser tarde luego). En fin, hasta con el médico que conoce personalmente. Tiene que relacionarse obligatoriamente con todo el mundo para vivir y, al mismo tiempo, conocer la forma de ser y de tratar a cada uno de sus vecinos con los que convive diariamente y de los que puede necesitar o ofrecer el azúcar, el café o cualquier otro menester que, olvidado, de repente se puede quedar sin el pero, repito, para eso está su vecino, para socorrer, compartir y recibir. Tampoco suele pasar frío porque la leña para el fuego, aquí, sigue siendo mas barata y asequible.

Al hombre del campo, rural, aldeano, paisano; como le queráis llamar, llegará un día que no lo pueden coser con los mismos impuestos, directos e indirectos, que rigen para los de la ciudad que tienen a su alcance ayudas sociales en forma de autobuses, piscinas, parques. Bueno, esto es tema para otro día.

Y que decimos del ingenio; pues simplemente que se desarrolla inmensamente mas en el pueblo. ¡Ah! sin duda aquí el humanoide es, por necesidad, mucho mas avispado, pensador y preparado para la vida cotidiana que cualquier ciudadano de la urbe.

Y como colofón, por si fuera poco, al final de su vida, en la ciudad, lo acompañan en su último viaje como mucho una docena de personas, compuesta esa cifra por familiares y el vecino de enfrente a su puerta, si cabe. En el pueblo es mas humano, si, si, lo acompañarán la inmensa mayoría de todos aquellos que convivieron y pasaron ratos con el, muchas veces, en una obra comunitaria, en los talleres que se pueden organizar y a los que acude, en el bar o en misa y en otras actividades cotidianas llorándolo de corazón, incluso.

Decídanse amigos, abandonen el mundanal ruido y vénganse al pueblo y verán lo que es vivir dignamente sin estar oyendo constantemente sirenas que transportan a moribundos estresados, infartados y vencidos por todas las presiones que la ciudad aporta. Claro que en el pueblo puede pasar eso pero.menos y diferente.

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