Montilla y ERC no son Cataluña
En una de las asiduas conversaciones mantenidas con mi familia de Barcelona me preguntaba mi hermano si aquí en Asturias también se practicaba la «catalanofobia». A renglón seguido le repliqué que en modo alguno, pero que al igual que la mayoría del resto de España sí padecíamos de «Esquerrofobia» y «Montillafobia».
Si se viaja a otras regiones se puede comprobar que no se siente aversión alguna hacia Cataluña y sus habitantes, pero sí existe una fuerte y constante crítica hacia su clase política dirigente y dominante; que gobierna de forma sectaria persiguiendo privilegios y buscando confrontaciones con el resto de España.
Esta clase dirigente se envuelve siempre en las señas de identidad catalanas con dos objetivos principales: conseguir clientelismo y hacer negocio en base a supuestos agravios históricos. Los dirigentes de ERC tienen «acongojado» al señor Zapatero, que se pliega a sus exigencias para no perder su granero de votos. Logradas sus exigencias, lo proclaman a los cuatro vientos y además advierten de que es sólo un paso hacia la independencia.
Quien viaje a Cataluña puede comprobar que sus habitantes pasan de sueños separatistas que sólo comparten su clase dirigente y una partida de adeptos, que aún siendo una minoría arman mucho ruido, eso sí. El sojuzgamiento del señor Zapatero a Esquerra Republicana de Cataluña representa para muchas comunidades de este país no sólo un agravio comparativo, sino el ver disminuidos sus recursos de financiación.
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