Arriba y abajo
Hace algunos años una serie televisiva, "Arriba y abajo" se tituló en España, nos mostraba los bastidores de una gran casa señorial y una mirada antes no descrita del devenir del servicio doméstico. Más recientemente un elogiado largometraje; "Lo que queda del día", abundaba en el tema, con igual calidad y acierto cinematográficos.
Más allá de anécdotas y situaciones de los distintos empleados el peso narrativo de ambas creaciones recae, principalmente, en el mayordomo. Así pudimos comprobar que el mayordomo ideal es aquel que en el cumplimiento de su deber y en una devoción extrema a su trabajo es capaz de renunciar a su propia vida, a sus criterios, a su visión del mundo, a sus sentimientos más íntimos, reprimiéndolos hasta encerrarlos dentro de su almidonado uniforme y priorizar los del amo. Su trabajo requiere ser acrítico y servil con las decisiones superiores y ejercer como correa de transmisión de esa máxima a los subalternos a su cargo.
Estos días estivales nos han obsequiado con una muestra en la vida real del mismo asunto. El mayordomo principal del poder financiero se dio un paseo por una provincia del sur para dar unas palmaditas en la espalda al lacayo que limpia con esmero la plata y sube los desayunos a la hora, el que le cuenta las ovejas de la hacienda al señorito, por si tiene a bien pasarse a fin de año a organizar una chuletada.
Buen trabajo Mariano -le dijo el mayordomo- el amo dice que está contento contigo. Pero hay que esforzarse un poco más eh, este semestre nos levantaremos antes y así podremos limpiar la porcelana dos veces por semana.
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