¿Dónde estará el mal?
Por razones pastorales permanecí varios años cerca de don Carlos Osoro y he sido testigo de muchos hechos: puedo decir que como nadie supo hacer que los laicos nos sintiéramos Iglesia. Aceptó un sínodo con nuestra participación. Lástima que no haya podido llevarlo a feliz término, tal como estaba proyectado. Aquí habría que repetir las palabras del Papa Francisco: “No hay que tener miedo a la verdad”. En Covadonga, durante la novena, allí estaba, todos los días, año tras año, subiendo en cada autobús para despedir e impartir su bendición a todos y cada uno con cariño y sencillez, recordando a nuestras familias, gesto que hasta ahora se recuerda cada vez que regresamos. Puedo añadir que siempre me acogió y aceptó cualquier sugerencia que tuve la osadía de hacerle.
Y cuál no sería mi sorpresa al leer la noticia del día 28 del presente, sobre su nombramiento como arzobispo de Madrid. No por la noticia en sí, sino porque me pregunto: ¿por qué en este país existirá la manía de estar siempre en la oposición? Así nos luce el pelo. Mas también me hago esta reflexión: ¿por qué las cosas siguen igual en Asturias?
He sido testigo de cómo visitó parroquias grandes y pequeñas para estar con sus sacerdotes y feligreses y cómo al conocer cualquier problema de un sacerdote no le importaban los kilómetros ni el cansancio para ir a su encuentro.
Lo descubrí como un hombre de fe profunda, de oración, buen comunicador de sus vivencias, un hombre que pretendió poner las cosas en su sitio; mas no sabía con lo que se encontraba. Sobre esto podría decir y preguntar muchas cosas, pero prefiero la prudencia y fraternidad, cada uno que se mire a sí mismo con sinceridad.
En fin, que necesitamos ser todos mucho más positivos.
María Concepción Díaz-Faes Camblor
Barredos, Laviana
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