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Funcionarios de otra raza

9 de Septiembre del 2014 - César Alonso Guzmán (Grandas de Salime)

Algunas de las cartas de esta sección son de denuncia; otras, divulgativas; algunas, informativas, y, las menos, retratan circunstancias laborales particulares, como ésta.

Ahorrándole al lector los preámbulos, llegamos al caso en que servidor, funcionario de la Administración del Principado, pero no en Oviedo, sino en la periferia, le comunico a mi inmediato superior que no deseo realizar más cierto tipo de tareas (que todos creíamos voluntarias) por motivos de salud.

Pasados unos meses, éste, sin decirme nada, me las vuelve a encomendar. Le recuerdo lo que habíamos hablado y entonces dice que lo consultará. Van pasando los días y un viernes, a las once y media de la mañana, otro superior jerárquico intenta acoquinarme y me pide un informe médico. A todo esto, la susodicha tarea comenzaba el sábado.

Con toda seguridad, creyeron que pidiéndome un informe médico a media mañana, mientras estaba trabajando en el monte, y con unas pocas horas de margen, no podría aportarlo, pero se equivocaron: el informe les llegó por fax antes de acabar la mañana.

Bueno, pues todavía el mismo funcionario y luego otros dos funcionarios de despacho intentaron, primero, responsabilizarme a mí de la situación y, segundo, que realizara las tareas, so amenazante recordatorio de que yo era un empleado y debía hacer lo que me ordenaran.

Finalmente, tuvieron que callarse, pero sin duda por eludir los problemas que pudieran sobrevenir de su empecinamiento, y no por reconocer su error.

Pero el caso es que por una cuestión rutinaria mal gestionada se movilizan varios funcionarios importantes, distintos jefes y responsables, que debieran ocuparse de otras cosas con tanta premura como se ocuparon en media mañana en obligarme a realizar unas tareas que no puedo hacer; se reúnen, deciden, dictan y comunican imperativamente.

Sin embargo, a ninguno de ellos se le ocurrió, al descolgar el teléfono, pedirme disculpas por el error, preguntarme amablemente por mi estado de salud y, quizá, plantearme si podría realizar esa tarea por última vez, ya que el error también a ellos les causaba ciertos problemas. No lo hubiera podido hacer, pues no se trata de cuestión de querer o no, pero hubiera sido la actitud correcta, educada e inteligente que, creo, debe mantener una persona hacia otra, que además es un compañero, aunque ellos, sin duda, consideran que los que no trabajamos en Oviedo no lo somos. Todos los implicados utilizaron un tono imperativo, fastidioso, paternalista y atufado de superioridad, según creyeran que les iba a ir mejor.

Si este tipo de gente es así para otros funcionarios, como lo son ellos (para otros compañeros, en definitiva), si son así de malos para el funcionamiento interno de la Administración, así es como se explica que los organismos públicos dejen tanto que desear.

Las administraciones son tal y como las hacen los políticos que las regentan y, sobre todo, los funcionarios que las forman y gestionan diariamente y durante años.

César Alonso Guzmán,

guarda del medio natural, Grandas de Salime

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