Presidentes
Seis hemos tenido hasta ahora, como de todos es sabido, siendo Adolfo Suárez el que lideró el cambio político. Fue un gobernante ejemplar y honesto, ferozmente atacado por sus adversarios políticos. Quemado y dolorido, abandonó la política y se fue para casa. Una maldita enfermedad lo convirtió después en un muerto viviente, y todos lo olvidaron, hasta los de su propio partido de UCD. Muchos fueron los honores póstumos que se le hicieron a Adolfo Suárez a su fallecimiento, pero tardíos y poco sentidos. Hasta culminar la legislatura, fue sustituido por Calvo-Sotelo, cuyo mandato fue efímero, sin pena ni gloria. Meramente circunstancial, sin apenas huella en la Historia.
Felipe González, que procedía del “santuario” socialista de Suresnes, fue un prudente gobernante, que aparcó el marxismo y, a pesar de tener tan próximo aún el franquismo, no tocó para nada el doloroso pasado cainita, cuyas heridas volvió a reabrir Zapatero treinta años después, con el consabido daño para nuestra paz y convivencia, al enfrentar de nuevo a los españoles. A González obligado es reconocerle sus logros y aciertos, pero los GAL y la corrupción de personas muy ligadas a él enlodaron toda su labor positiva. Felipe González sigue siendo fiel a un socialismo moderado y moderador. El que necesita España. Esta baza está hoy en manos de Pedro Sánchez. ¿Cómo la jugará?
José María Aznar fue un buen presidente, que dejó el país con una buena salud económica, pero la foto de las Azores, y lo que ella representaba, enfangó también su buena gobernabilidad. El 11-M, atentado terrorista cuya autoría sigue siendo un misterio, envió a Aznar y a su partido a la oposición, que abandonó el PSOE para volver a hacerse con las riendas del poder, con José Luis Rodríguez Zapatero como presidente. En su mandato es cuando aparece el cáncer de la crisis económica, cuya metástasis pronto se extiende por todas partes, maligna y letal enfermedad que el “doctor” Zapatero no supo detectar ni diagnosticar a tiempo y, menos aún, combatirla y tratarla con la medicación que el caso requería, tanto en lo social como en lo político y económico. Cuando abandonó el “hospital” de la Moncloa, dejó a la desahuciada ciudadanía en la uci.
Y en ella sigue ahora, seguimos, con el “doctor” Rajoy, cuya política de impuestos y recortes no parece ser la más indicada para combatir ese mal, que quienes verdaderamente lo sufren y padecen son los “enfermos” de a pie, desahuciados y en coma profundo. Nada, Facundo, que si no recurrimos a Lourdes o Fátima, nos vamos todos de cabeza al otro mundo. Un mundo de ruina económica, social y política.
Ricardo Luis Arias
Aller
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