Dinero casi gratis
Bajar el precio oficial del dinero al 0,05 por ciento, como hizo hace unos días el Banco Central Europeo, puede parecer una buena noticia, y de hecho lo es, pero, sin embargo, manifiestan algunos economistas, es un síntoma preocupante. La medida no deja de ser sorprendente por lo inesperada. Pero se ha hecho.
La entidad presidida por Mario Draghi ha rebajado diez puntos básicos, un nivel sin precedentes. Desde la óptica de los analistas, esto supone que Draghi ve la situación económica europea peor de lo que se temía y trata de ahuyentar la caída sostenida de los precios.
El BCE admite que la economía europea se está parando, agota su última bala monetarista y comienza a usar otras medidas: comprar deuda, o sea, imprimir billetes. Y para que el excedente de liquidez no vuelva al propio Banco Central Europeo, éste cobrará un 0,2 por ciento a los bancos que decidan dejar dormir el dinero. Pues aunque la prima de riesgo esté bien, la economía real parece no estarlo.
Esto que ha hecho Mario Draghi con la bajada de los tipos de interés al 0,05 por ciento sí es ponerse las pilas, sí es dar un puñetazo en la mesa y decir "hasta aquí hemos llegado". Esta decisión sí es tomarse en serio el peligro de deflación que acecha a la UE.
Aunque no faltan especialistas que ponen en duda que la medida vaya a reactivar la economía, lo cierto es que tener los tipos a prácticamente el 0 por ciento debería impulsar el crédito a familias y empresarios, reactivar el consumo y facilitar la inversión, justo el tridente más eficaz para vencer definitivamente a la crisis.
La guinda de este amargo pastel la tenemos en nuestra propia casa. Si sólo movemos la economía por el turismo y una exportación basada en mano de obra barata, cuando las economías de nuestros clientes de la Unión Europea se frenan irremediablemente nosotros vamos detrás, pues poco podemos esperar del consumo cuando la devaluación interna nos ha hecho más insolidarios y mucho más pobres.
Asimismo, hay quien asegura que la recesión en España fue más dura porque sus comienzos cayeron en antesala electoral y se trató de disimular. Ojalá, pues, no tropecemos dos veces en la misma piedra.
Porque, además, nuestra sociedad no es merecedora de otros siete años de estrecheces.
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