Reflexiones de un expulsado del PSOE
Hace nada, el PSOE me expulsó de entre su militancia por manifestarme públicamente a favor de un proceso de primarias. Al parecer, los dirigentes, entonces envueltos en un halo de talante, entendían que no era el momento idóneo para el aparato. Transcurrido un tiempo, el aparato del partido debió reflexionar e interiorizar nuestro discurso y, cuando lo creyó oportuno acordó que dicho proceso formara parte de las señas de identidad del socialismo español. No se crean ustedes que formar parte de una avanzadilla ideológica fuese compensada con algún reconocimiento o algo así... ni muchísimo menos... El aparato, o sea, los prebostes del partido, recurrió la sentencia que obligó a readmitirnos, hasta la última instancia y, al mismo tiempo, se les llenaba la boca hablando de primarias.
Así fue y así se lo cuento, aunque reconozco que cuesta creerlo... ¿verdad?
Cuesta creer que alguna firmante de aquellos expedientes esté en la ejecutiva federal; cuesta creer que un partido formado, al menos en teoría, por luchadores de la libertad, la democracia, la igualdad y la injusticia en general, se quedaran callados e impasibles al presenciar aquel atropello a las libertades; cuesta creer el talante de esta clase política, que más que clase es casta, luchadora infatigable por mantenerse, por estar, estar por encima de todo y todos y que es el estar una obsesión. Cuesta creerlo, pero así es porque si no, cómo explicarse el pretendido retorno de Antonio Masip (aquí, Bruselas) que, por cierto, se opuso frontalmente a viajar a su querida Bruselas en clase económica.
Nada que decir ni añadir sobre la corruptela regional o nacional, nada que decir sobre las ausencias de representantes socialistas en comisiones de investigación (véase Calatrava, caso Riopedre) y etcétera.
Les voy a decir una cosa que con absoluta seguridad no ocurrirá y, dados los tiempos que corren, no es fácil aventurar: el PSOE no llevará como eslogan de campaña: “PSOE, 128 años de honradez”; suena a cachondeo... ¿verdad? Pues aunque parezca mentira, corría el año 1987 y todavía el Partido Socialista mostraba con orgullo uno de sus lemas de campaña: “PSOE 100 años de honradez”.
Tengo la convicción de que muchos de los que han estado han finiquitado el gran Partido Socialista. Ya muy pocos les creen, han perdido credibilidad y eso es muy serio. Llevan el estigma de la corrupción y el enchufismo, y por ello les queda un largo y tortuoso camino a ninguna parte.
Comparto plenamente la reflexión que el joven eurodiputado Jonás Fernández hizo en el Día de la Rosa de Oviedo sobre la necesidad de un cambio cultural profundo en el PSOE, pero pregunto: ¿dónde estabas cuando nos expedientaron?, ¿qué dijiste entonces? Si algún valor tienen las palabras, son los actos que las acompañan; en caso contrario, a lo más que puedes llegar es a que te califiquen de simple charlatán.
Hoy hay un movimiento social que a ritmo de marea viva se está instalando en nuestra sociedad recordando aquel que hubo en los ochenta, cuando Felipe González ilusionó a buena parte de la sociedad y que, como no anden listos los dos grandes y tradicionales partidos de la izquierda, a buen seguro los engullirá, ¿o no?
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