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El himno de Asturias

18 de Septiembre del 2014 - José Antonio de Lillo Cuadrado (Moreda)

Parece que las aguas del Himno de Asturias volvieron a su cauce, después de casi dos semanas de inquietud. LA NUEVA ESPAÑA, entre el día 23 de agosto y 7 de septiembre (no sé si también antes), publicó varios artículos sobre la letra que propone el tenor asturiano Joaquín Pixán para el himno de esta comunidad, que estrenó en Colombres el día 22, con división de opiniones entre los asistentes. No se trataba de incluir otra estrofa, sino de sustituir una actual. Su autor justifica el cambio porque la segunda estrofa (8 versos) “guarda relación con la primera” (4 versos), hecho que, a su juicio, no sucede con la letra que todos conocemos. Además, “si se quiere cambiar la Constitución –añade–, ¿por qué no se va a cambiar un himno…?”. La letra de Joaquín Pixán está recogida en LNE los días 23 y 26 de agosto pasado. Los comentarios coincidían en el rechazo de la estrofa que propone el tenor, porque la letra de la estrofa actual ya es conocida desde siempre por los asturianos. A esta razón se suma también una de carácter formal: la letra del señor Pixán no “encaja” con la melodía por causa del “acento”. Hay que recordar que la palabra “acento” significa precisamente “para el canto”. Y es don Esteban Greciet (sábado 23 de agosto) quien presenta el “acento” como motivo de exclusión.

Efectivamente: el canto exige “tengo el corázon dolido” (verso 1), “tengó la esperanza…” (verso 7) y “de quedarmé siempre allí” (verso 8). Ahora bien: rechazar la letra del señor Pixán porque no “casa” con la melodía equivale a admitir que la letra actual sí “casa” porque no tiene problemas con el “acento”. Y es precisamente por el “acento” por donde hacen agua, y mucha, tanto la letra “conocida” como “la por conocer”.

Si en algunos casos es la letra la que impone sus condiciones a la música (el “Himno de la Alegría”, por ejemplo), en el Himno de Asturias es la música lo que deja en evidencia al texto, razón por la que tenemos que cantar “corázon”, “tengó” y “quedarmé”. Y no se trata sólo de acentos que se ven desplazados, sino de palabras acentuadas que se quedaron sin él; por ejemplo, el “quién” del tercer verso del himno. En la estrofa actual, desde el primero hasta último, “todos” los versos están contaminados por el “desencuentro” entre la música y el texto. En la estrofa del señor Pixán sólo se libra el 6.º (“tierra querida por mí”). Los demás adolecen del mismo mal que se critica en la estrofa de siempre. Y no se trata de opiniones, sino de hechos cuya objetividad puede comprobarse fácilmente, por poco oído o escaso sentido del ritmo que uno tenga: “Tengo de súbir al árbol,/ tengo de cóger la flor/ ý darselá a mi morena/ qué la pongá en el balcón./ Que la pongá en el balcón / qué la dejé de poner./ Tengo de súbir al árbol/ ý la flor he de coger”. Los cuatro versos de la estrofa de entrada que tampoco se libran de la quema.

El Cancionero Asturiano está lleno de estos “desajustes”: “Villaviciosa hermosá… dentró… el almá y el pensamientó…, clavelés…”, “Axúntabensé…”, “Carreterá de Avilés…”, “Válgamé la Madalena…”, “La casá del señor cura…”, “Chalanerú, chalaneru…” ¿Los retiramos por unos tristes acentos?

En conclusión: sílabas o palabras acentuadas de toda la vida (y con tilde en algún caso), por lo menos, desde Gonzalo de Berceo, se ven privadas de distintivo tan noble por la presencia “nefasta” del “acento”, mientras que otras, átonas de siempre, se encuentran, de la noche a la mañana, con un protagonismo que nunca habían soñado. Si contemplamos los hechos con cierta distancia, admitiremos que, en lo que se refiere al tan traído y llevado “acento”, no hay por dónde coger ninguna de las dos estrofas.

Hacer cambios a estas alturas podría causar un seísmo de alcance nacional, porque el Himno de Asturias es conocido y entonado en toda España, desde el cabo de Creus, en Gerona, hasta el de Finisterre, en La Coruña. Y desde el cabo de Peñas, en la puerta de casa, hasta la punta de Tarifa, en Cádiz. Ardería la red. No merece la pena.

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