En el el país de los "ninis"
La tasa de jóvenes de entre 15 y 29 años en España, que ni estudia ni trabaja (ésos a los que se ha dado en llamar “nini”), es superior a la de los países de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico); en torno al 20 por ciento frente al 15%
Los “ninis” ya son ejército en nuestro país. La palabra se ha ganado un sitio en el vocabulario patrio a fuerza de sumar miles y miles de nombres a la lista de los que están en el limbo, aunque el limbo ya no exista. Los chavales están buscándose la vida, que es lo que toca a su edad. Pero que no se agobien porque, según el ministro de Educación, señor Wert, la formación les garantizará un empleo. Sí, ¿pero en qué plazo y en qué ocupación? No habremos de entrar en muchos detalles, por ejemplo, de arquitectos que encuentran un sitio tras la barra de un bar, o de desempleados de larga duración que hallan su lugar delante de la barra de ese mismo bar.
Una reciente radiografía de la OCDE refleja que la mitad de los parados españoles dejó los estudios a los 14 años y también que los desempleados con educación superior triplican la media de los países desarrollados. Completan este puzle dos curiosos datos directamente negativos: 1) la Gran Recesión facilita que España supere su récord de “ninis” y que siga destacada a la cabeza de Europa en porcentaje de jóvenes que ni estudian ni trabajan; 2) con la crisis, la tasa de universitarios sin empleo continúa creciendo. Este escenario explica la fuga masiva de la generación mejor preparada de la historia de España –eso que Fátima Báñez, ministra de Empleo, sin ruborizarse siquiera, llamó “movilidad exterior”–, además de provocar la pérdida de 15.700 millones al año.
Algunas informaciones periodísticas señalan que a Mariano Rajoy no le entra en la cabeza que una mayoría de españoles siga sin aceptar que la situación económica es ahora mejor que cuando él llegó a la Moncloa. Parte de la explicación de este estado de opinión que desasosiega al Presidente está, precisamente, en los “ninis”, en los miles de universitarios que tienen que aceptar empleos para los que están sobrecualificados, en ese mercado de trabajo doliente con contratos de cinco días, seguidos por interminables semanas de lunes al sol.
Estamos totalmente convencidos que en tanto esta deriva letal no se corrija –y, por supuesto, mientras de verdad no fluya el crédito–, la recuperación seguirá siendo poco más que papel mojado. Se está prefiriendo invertir en capital antes que en personas y, con esa actitud, nos estamos cargando toda una generación.
Pero, en todo caso, que no cunda el pánico, que la Lomce ya está aquí. Esa ley educativa que lo cambia todo para que todo siga igual.
José Antonio Gutiérrez Glez.
Piedras Blancas
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