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Qué y por qué de la formación dual

20 de Septiembre del 2014 - Carlos Muñiz Cueto (Gijón)

Todo empresario sabe de la necesidad de inversión cuando se quiere competir en un mercado exterior libre de privilegios, cuando los únicos amigos son la calidad y la competitividad de sus productos. Aquellos que se han alejado de las subvenciones de cautivos mercados interiores lo saben: saben de la necesidad de la confianza y de la colaboración; han aprendido que la más rentable de las inversiones es la formación permanente de sus trabajadores. Por tanto, la formación dual no es un gasto, es una inversión; es colaboración y es un estímulo para la innovación.

La competencia profesional es el nivel de autonomía de un trabajador como resultado de las destrezas prácticas que ejecuta en el puesto de trabajo. Pero para que esa autonomía sea real necesita tener las respuestas a las preguntas que surgen cuando las ejecuta; esto exige dominar las destrezas cognitivas. Es el qué de las destrezas prácticas y el porqué de las cognitivas lo que permite avanzar; nos movemos en el campo de la ocupación como conjunto de puestos de trabajo similares, con dos tipos de destrezas y dos tipos de instructores: uno, en el puesto de trabajo supervisando las destrezas prácticas y, otro, en el centro formativo enseñando las destrezas cognitivas.

La formación dual "son trabajadores que se forman, no estudiantes que practican"; son los posgrados que los trabajadores realizan para preparar su empleabilidad: bien sea para un primer empleo o porque buscan un cambio de ocupación o su mejora. Todo real y posible, pues ya fue objetivo primordial de la formación del Ministerio de Trabajo (SEAF-PPO/Inem) antes de que ésta fuera conducida a su extinción. Requiere de una colaboración empresarial constituida, como por ejemplo por: una empresa de pasta de papel, otra de productos lácteos, un astillero... que sin productos comunes sí tienen ocupaciones comunes: desde el mantenimiento a la administración, y que juntas podrían colaborar formativamente dentro de la zona: la del aula.

Si suponemos 15 alumnos por aula en dos turnos semanales, nos dará la necesidad de contar con: un instructor en el centro formativo; 30 alumnos con 15 puestos de trabajo (dos turnos) distribuidos por diferentes empresas y sus respectivos instructores en el puesto de trabajo; con la necesidad de rotar los alumnos entre esos puestos de trabajo para una mayor eficacia formativa. ¿La duración?: lo que dure el programa formativo establecido por módulos ocupacionales, entendiendo por módulo ocupacional los mínimos contenidos capaces de establecerse como cualificación profesional. Por ejemplo, en la tecnología oleo-hidráulica, el módulo "Técnica de válvulas insertables de dos vías", única forma de adaptarse a las necesidades específicas a la carta de las empresas: ¿tendríamos 15 puestos de trabajo disponibles con válvulas insertables de dos vías para las destrezas prácticas de este módulo?

Como garantía y motivación: el instructor del centro debería ser funcionario y, al de la empresa, garantizársele llegar a su próxima jubilación. ¿Es ésta la inversión que se pretende? O seguimos tirando nuestro dinero fuera del EQF.

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