Populismo

24 de Septiembre del 2014 - Francisco M Domínguez Menéndez (Avilés)

Hay términos que de tan manoseados pierden la esencia y se abren camino interpretaciones radicales, puestas en circulación por intereses partidistas, que poco o nada tienen que ver con el vocablo y sí mucho con el desprestigio intencionado del oponente político. Toda la batería terminológica empleada por las distintas organizaciones políticas y sus afines mediáticos no tiene en sí mismo un fin pedagógico o informativo, más bien todo lo contrario. Los representantes del pueblo y sus ayudas de cámara utilizan las palabras con propósitos de defensa o ataque, según la necesidad del momento, sin pararse en barreras éticas o morales. Cualquier recurso literario, licencia poética, dicho popular, cita o similares es utilizado con el mayor descaro. Dan por supuesto que el ciudadano es iletrado y, por tanto, cabe todo con tal de traer el agua a su molino. Cuanto mayor sea el estruendo intimidatorio del término, más grande la ovación de los suyos. Y si la contundencia expresiva se ejemplifica con la radicalidad vivida en otras latitudes, la cosa crea escuela.

El fenómeno Podemos es un ejemplo claro; se ajusta como un guante a todo lo antedicho. A sus principales dirigentes se los acusa de practicar el populismo cuando ni siquiera el término es admitido por la Real Academia. Ahora bien, por si el respetable no lo tuviera claro, se les aproxima ideológica y moralmente a políticos chabacanos sobradamente conocidos por la ausencia de principios éticos y democráticos. Sea como fuere, el caso es inocular una duda razonable, aunque escasamente razonada, en el pensamiento colectivo.

El riesgo de tales estrategias intimidatorias, máxime teniendo en cuenta el abono de la corrupción y el sustrato de un poder financiero y empresarial ligados al político y judicial, es que el sufrido pueblo soberano oponga el efecto a la causa y mande al ostracismo político a todos los agoreros y principales actores de la trágica situación que atraviesa España. Ya pasó en Cataluña y País Vasco, donde, pretendiendo alcanzar el fin de la causa nacionalista por el camino más corto, el poder político nacional se estrelló contra la respuesta ciudadana. No olvidemos que estos lodos secesionistas son hijos de aquellos polvos apocalípticos. La historia siempre se repite.

Esperanza Aguirre, Rosa Díez, Pedro Sánchez, por nombrar algunos de los más beligerantes con el discurso político de Pablo Iglesias, harían bien en poner más énfasis en el empuje democrático de nuestra sociedad llamando a la unidad de acción política a favor de una ley Electoral más justa, una ley educativa de consenso, la separación real de los poderes del Estado y, por supuesto, límites temporales a la actividad política. En fin, todo eso que se dio en llamar regeneración democrática y que de tanto reiterar la frase se quedó vacía de significado.

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