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Utilizar a la mujer como arma arrojadiza

24 de Septiembre del 2014 - Carolina Díaz-Espina (Oviedo)

Si fuese el ministro Alberto Ruiz-Gallardón, hoy me sentiría especialmente frustrado y utilizado. Frustrado por no poder sacar adelante ninguno de los proyectos estrella del Ministerio; utilizado por ser el saco de puños del Gobierno y la pantalla de humo mientras el Presidente se dedicaba a otros menesteres como Cataluña o las reformas para sacar de la crisis económica a algunos y terminar de ahogar a otros con impuestos. Bravo por Gallardón. Lo que ha hecho hoy es lo que busco en un político y la regeneración política que estamos reclamando. Un hombre que se ha ido con una elegancia pasmosa tras la marcha atrás del presidente del Gobierno (que no suya) ante una ley con la que estaba comprometido política y personalmente.

Pero hoy como mujer me siento especialmente decepcionada puesto que una vez más mis derechos han quedado pisoteados por un Gobierno con ínfulas de moralista y de saber hacer. Mariano Rajoy se ha mostrado como un hombre presuntuoso y cobarde. Presuntuoso por empezar a trabajar en un proyecto que ni siquiera había prometido en su programa electoral, pensando que iba a ser el adalid en temas de mujer y vida de la democracia; por supuesto, ha sido un cobarde al ser incapaz de llevar a término el plan que él mismo trazó.

La verdadera legislación en materia de mujer y maternidad debe tener en cuenta las dos vertientes de la cuestión: el respeto a la vida humana que existe desde el momento de la concepción y el deber de preservar los derechos de la mujer. Estos derechos, que están secuestrados públicamente por un feminismo desfasado y rancio de pensamiento único, van más allá del simplemente hecho de abortar o no en un momento concreto. La institucionalización de redes asistenciales para todas la etapas de la maternidad, la conciliación laboral, la igualdad salarial, el respeto y apoyo social al hecho de ser madre, el apoyo de las instituciones públicas de aquellas empresas que asumen bajas maternales y un largo etcétera. Éstos son derechos secuestrados y de los que no interesa hablar porque exigen un auténtico compromiso económico, político y social que está muy lejos de las ambiciones particulares de los distintos gobiernos. Y esto nos afecta a todas y a todos. A todas porque muchas mujeres que hoy se plantean abortar como única salida por no tener trabajo o apoyo familiar (sobre todo si son jóvenes), quizá mañana quieran ser madres y se encuentren con un panorama igualmente desolador por no haber hecho una defensa auténtica de nuestros derechos; a todos porque las pensiones y los votos vienen de la mano del relevo generacional.

Los políticos buscan rédito personal y electoral en cada una de sus decisiones y el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, no es distinto. Creen los del Partido Popular que las gentes que hoy protestan por la retirada de la ley del aborto les volverán a votar por ser el menos malo. Sin embargo, se ha olvidado de todas aquellas vidas humanas que se quedarán sin derecho a votar, sin derecho a vivir. Una vez más, un Gobierno español ha usado a la mujer como arma arrojadiza y una vez más sólo nos quedan decepción y rabia por ser la eterna promesa florero de todo político nacional.

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